22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

En alguna columna pasada sostuve que al presidente Humala no le hace mal tener un lenguaje “simplón” porque es el que lo define y lo acerca a las mayorías.

Mónica Delta,Opina.21
mdelta@peru21.com

Sin embargo, esta semana me quedé atónita al escucharlo calificar el caso de alias ‘Gringasho’, el sicario juvenil más peligroso del país, al responder a la prensa con la indignación de una persona cualquiera y no con la altura y conocimiento que el líder de una nación debe mostrar. Decirle “miserable” al “infractor”, porque así lo define la ley nacional, salvo que se demuestre que ya cumplió la mayoría de edad y extender el adjetivo calificativo a sus padres, puede permitírsele a cualquier ciudadano, pero el Jefe de Estado, que representa la ley y a todos nosotros, no puede “darse el lujo” de bajar sus comentarios a niveles tan primitivos.

El asunto de la inseguridad ciudadana, el aumento de la peligrosidad de los delincuentes, el acceso indiscriminado a armas de fuego, el sicariato, modalidad criminal que sigue creciendo sin visos de ser controlada, el pandillaje y la presencia cada vez más frecuente de jóvenes en grandes bandas de asesinos y secuestradores, es un asunto que debe abordar con seriedad y eficacia el Gobierno a través del poder y el presupuesto que el pueblo le otorga. Con indignaciones presidenciales no vamos a estar más seguros. Lo estaremos cuando las instituciones del Ejecutivo, del Legislativo y del Poder Judicial, con los gobiernos locales, sean capaces de ejecutar planes transversales que ataquen el problema de fondo. De otra manera seguiremos teniendo portadas noticiosas que son una paradoja. El Perú cada vez más fuerte económicamente, pero más asustado. El primer día de su gobierno, el presidente Humala se comprometió a encabezar la lucha contra la inseguridad. Desde ese momento, mucha “sangre” ha corrido bajo el puente y estamos más inseguros que nunca. Con los ‘gringashos’ tenemos que hacer algo inmediato para que sean enviados a un lugar de detención en el que no pongan en peligro a la sociedad. Pero, a renglón seguido, el presidente debe estar bien asesorado para liderar el orden y la seguridad del país, y combatir con la ley a aquellos que llama “miserables”.


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