22.NOV Viernes, 2024
Lima
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Opinión

Hace unos días, abrió en París el restaurante 1K, en uno de los hoteles más modernos de París; es un restaurante peruano cuyos chef y propietarios son parisinos. Días antes abría, en la misma ciudad, Uma, un restaurante nikkéi con dos semanas de lista de espera para conseguir una mesa. Su chef y propietarios son parisinos también, al igual que las propietarias del exitoso restaurante La Cebichería (París), que hoy se muda a un local más amplio porque el actual quedó chico. Tres restaurantes que son la consecuencia de una cocina peruana que, finalmente, se instaló en el corazón de una ciudad tan orgullosa de su cocina como París.

No muy lejos, en Bruselas, Bélgica, la revista Elle recomienda con particular entusiasmo un nuevo restaurante: King Kong, al que define como un local donde sirven cocina peruana emocionante. Su oferta es simple: pollo a la brasa y sánguches de chicharrón, lechón y butifarras. Más hacia el sur, en Berlín, un pisco-bar ha abierto: Chicha Berlín. Este se suma al éxito obtenido por el talentoso cocinero peruano Diego Castro en su delicioso restaurante-cebichería. Un poquito más allá, en Estocolmo, parece que la cosa no varía mucho. Tumi abrió sus puertas aprovechando el ruido que hace nuestra cocina en el mundo. Junto a este, se inauguraron La Morena (Helsinki, Finlandia), y Aymara (Oslo, Noruega), cocina peruana contemporánea; ambos son la prueba de que los países nórdicos no son la excepción.

Viajamos miles de kilómetros hacia el oeste. Montreal, Canadá, nos recibe con una grata sorpresa: Sandouchon, una sanguchería que tiene éxito inusitado gracias a la creatividad y originalidad de sus sánguches al estilo peruano. El mismo éxito que tienen los hermanos Lanzone, en Washington D.C., con su delicioso food truck de sánguches peruanos denominado Peruvian Brothers. Seguimos hacia el oeste y allá en el down under, en Melbourne, Australia, un cocinero peruano abre un hermosísimo restaurante: Pastuso. El éxito está asegurado. Subimos hacia el norte y vemos cómo nuestro querido chef Omar Frank triunfa en Tailandia con su restaurante peruano Above Eleven, lo mismo que logra Jaime Pesaque con su Maya en Hong Kong.
Regresamos a Europa para celebrar la primera estrella Michelin para Pakta, el restaurante de cocina nikkéi liderado por Jorge Muñoz en Barcelona, mientras comprobamos cómo un arsenal de restaurantes peruanos, como Pachamama, se prepara para abrir sus puertas en Londres; se suman así al éxito de Cebiche UK y de Lima London, de Virgilio Martínez.

Todos ellos son ejemplos del sueño de que un día la cocina peruana sería una marca internacional instalada en los corazones de todo el mundo, y el sueño empieza a hacerse realidad. Lo fascinante de esta expansión es que, como podemos comprobar, no ha exportado un solo modelo de cocina peruana, sino que ha podido expresar y aprovechar la multiculturalidad del Perú, proponiendo modelos y conceptos tan diferentes que van desde un food truck peruano hasta un restaurante de cocina de autor, desde un pisco-bar hasta una barra de cebiches, desde una pollería a la brasa o una sanguchería hasta un restaurante de cocina andina. Todas propuestas únicas y diversas unidas por diferentes hilos conductores conceptuales como el saborcito peruano, el diseño, el lenguaje, que las hace identificablemente peruanas. Pero lo más importante es que todos están unidos bajo los principios y valores que los integran como una marca internacional llamada ‘cocina peruana’. Podrán estar muy lejos entre sí, podrán tener propuestas muy diferentes dirigidas a segmentos marcadamente distintos, pero al final todos son conscientes de que avanzan bajo el abrigo de la marca internacional ‘cocina peruana’, que han construido a lo largo de décadas con muchísimo sacrificio y que hoy los beneficia y seguirá beneficiando a todos en la medida que todos trabajen respetando y cuidando aquellos valores que han construido su fama: ofrecer la mejor experiencia peruana posible sea cual sea la propuesta, asumir el rol de embajadores de nuestra cultura por el mundo con honor y responsabilidad, compartir nuestros conocimientos con todos los que formen parte de esta marca de manera que todos puedan hacer un buen trabajo, trabajar unidos apoyándose mutuamente para compartir el éxito que unos tengan con otros. Esa es la marca ‘cocina peruana’, la que abraza la filosofía del valor compartido y la innovación colaborativa desde una nueva mirada, la de una multinacional del siglo XXI que, a diferencia de aquellas que buscan expandir su presencia por el mundo dominando todos los mercados posibles para beneficio de unos pocos accionistas, pretende estar presente alrededor del planeta compartiendo el mercado con otras cocinas del mundo mientras beneficia no a unos pocos, sino a cientos de miles de pequeños propietarios de restaurantes de todo tipo (habiendo 70 mil restaurantes peruanos dentro y fuera del Perú, mi supuesto imperio de 42 restaurantes representa el 0.06% de los restaurantes peruanos en el mundo), así como de artesanos, pescadores, agricultores y todos aquellos que se benefician de su reconocimiento y expansión internacional. Todos unidos gracias a que fueron capaces de comprender que solo harán crecer su sueño y harán crecer la marca que los avala en la medida que compartan su éxito y conocimiento con aquellos a los que antes veían como competidores y que ahora, finalmente, comprendieron que son y serán siempre sus más cercanos socios y aliados. El sueño se va haciendo realidad no gracias a uno, sino a miles de peruanos que creyeron en él y que hoy empiezan a cosechar los frutos de ese esfuerzo por todo el mundo. Esta historia no ha concluido. Esta historia recién comienza.


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