El comunicado de la Bankada que da cuenta de la suspensión de Kenji Fujimori es raro porque por ninguna parte menciona los hechos objetivos que dan lugar a dicha sanción. Es decir, citan su reglamento que, más o menos, dice que está prohibido actuar “contra la unidad”, “contra la fraternidad” y “contra los principios, valores y normas de este conjunto político” (sí, dice ‘conjunto’ y no ‘partido’). Los argumentos vagos son funcionales a la sola voluntad de quien toma la decisión final.
Más adelante, el comunicado explica que Kenji “tiene el legítimo derecho a ejercer su libertad de expresión” pero sin “calificativos vejatorios”. O sea, llamar “viejo incontinente” o “proterruco” o “montesinito” o “colocha de los MQ” o decirle “ándate a la c…… de su ma…e” a alguien está prohibido en Fuerza Popular porque allí dentro se alienta el debate “de forma democrática, esto es, con pleno respeto y tolerancia”. ¿Quién lo hubiera imaginado?
Más difíciles de imaginar fueron los cuatro tuits de Alberto Fujimori en los que defiende a Kenji y llama “desleales e infraternos” a quienes lo suspendieron (y quizás a alguien más). Y más raro aún escuchar al congresista Reátegui (keikista, él) mandando a Alberto, al dueño de la franquicia –y del nombre– que lo llevó al Congreso, a que se tome “una agüita de azahar”. Comparado con lo anterior, que Becerril sugiriera que hay que echar a Kenji de FP, parece una idea loca que alguien soltó en una parrillada.
Keiko respondió con generalidades, obviedades y lugares comunes. Quizás por eso necesita chaperón para ir a Palacio. Es todo muy divertido.
PD. El que tanta gente recuerde Tarata diciendo “NUNCA MÁS” y no recuerde ni diga lo mismo por La Cantuta (y viceversa) explica un poco ambas masacres.
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