La síntesis del mensaje que la mayoría del Congreso le quiso dar al ministro de Economía, Alfredo Thorne, y a su jefe, el presidente Pedro Pablo Kuczynski, va más o menos así: “Tenga usted la grandeza de renunciar porque la fregó. O que lo bote su jefe. Porque si no renuncia y no lo botan, nosotros lo vamos a censurar y después nos van a decir obstruccionistas y eso no es justo, porque en este problema con el contralor, como en el del aeropuerto de Chichero, ustedes se metieron solitos”.
Eso fue más o menos lo que dijo el congresista Mulder, quien tuvo, quizás, la mejor intervención de la mañana del viernes. Al menos hasta antes de que sugiriera que PPK quiere “arrinconar” al Congreso. ¿Quién dijo que Mulder no tiene sentido del humor?
Pero Mulder no lo dice por gusto: en el Congreso hay una moción aprobada para interpelar al ministro del Interior, Carlos Basombrío, y censurarlo, como dejaron entrever varios congresistas de la Mototaxi, entre ellos Héctor Becerril y Lourdes Alcorta. Pero si bochan a Thorne y menos de dos semanas después se bajan a Basombrío, la mala percepción que la opinión pública ya tiene del Congreso empeorará. Cuatro de cada 5 peruanos desaprueba la gestión de su presidenta, Luz Salgado, cuyo desempeño, valgan verdades y salvo un puñado de casos, está kilómetros por encima del de sus colegas.
¿Se salvará Basombrío si el Congreso –por consistencia con sus amenazas del viernes– decide censurar a Thorne? Difícil decir. Conocen los riesgos y saben que están a punto de pisarse la cola. Como el Ejecutivo, ellos se pusieron solitos en este predicamento y PPK podría tener su primera victoria –servidita– en el difícil y complicado arte del pulseo político. Pero ¿y después?
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