El Perú atraviesa una situación difícil. La inversión privada se ha paralizado, la pública no ha sido capaz de reemplazarla y no parece que el gobierno –veremos qué hace Zavala en el MEF– sea capaz de implementar medidas de emergencia que frenen la desaceleración económica y la revierta. Y estamos en medio de un proceso de reconstrucción “con cambios” (me soplan que los cambios no serán ni tantos ni tan importantes porque no hay “espacio político” para plantear y llevar adelante objetivos de largo plazo; es decir, estamos frente a una nueva oportunidad perdida y en el próximo Niño nos pasará algo parecido. Qué pena).
Sí, es verdad que en el Ejecutivo se equivocaron en la lectura de la realidad, en el diagnóstico y también en el diseño y ejecución de las políticas destinadas a cambiar esa realidad. Sí, el Congreso no ayuda, no tiene ganas de hacerlo y sí, pareciera que, en la primera que puede, la oposición fujimorista le muerde la pantorrilla al Ejecutivo deseando que fuera el cuello.
El Ejecutivo no ha estado a la altura del eslogan “equipo de lujo” (es un viejo error ponerse la barra demasiado alta a uno mismo). Sí, cierto, si la presidencia puede hacer que alguien como PPK se vea torpe –y algunos días hasta tonto–, ¿cómo se le hubiera visto a Keiko con su límpida hoja de vida rodeada de Chacón, Beteta, Bienvenido, Becerril, Tapia y Galarreta? Es decir, a un año de las elecciones no termina de reconocer que las perdió y no pudo ir a la reunión con PPK sin chaperón; difícilmente rasgos de estadista.
Nada de esto exime al Ejecutivo y argüir obstruccionismo de Fuerza Popular es como que el manganzón de 25 años llegue a la universidad sin la tarea echándole la culpa a su hermanito gritón de 5.
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