Ayer vi cómo les robaban a los heridos y a los muertos del accidente en el cerro San Cristóbal. Era negocio fácil. Por eso es que algunos de ellos no pudieron ser identificados.
Esa misma noche, los bomberos denunciaron que algunas clínicas locales se rehusaron a recibir a los heridos de dicho accidente. No era negocio fácil. Más temprano, lo primero que atinó a comunicar la Municipalidad Metropolitana de Lima era que el accidente del bus turístico no era su culpa y señaló a la Municipalidad del Rímac. Parecía buen negocio. Más tarde, al alcalde se le ocurrió que quizás ese primer comunicado había sido un poco insensible y miserable, y se animó a enviar sus condolencias por Twitter. Luego supimos que la empresa de buses tiene un permiso vigente de la Municipalidad de Lima hasta 2018 y documentos en regla, es decir, que no es informal.
Pero no interesa si somos o no formales. No interesa si somos de izquierda o de derecha o de centro. Todos hablamos de los males que nos aquejan a diario a través de entelequias que no entendemos del todo y que, peor, no significan lo mismo para todos.
Porque, ¿qué es peor? ¿Comprar una tesis hecha o plagiar pedazos de otros trabajos y armar una? ¿Es más corrupto el que se pasa una luz roja a sabiendas porque son las 3 de la mañana y no hay policía, o el que se la pasa igual a las 3 de la tarde porque el policía no puede alcanzarlo ni apuntar su placa? ¿Es más delincuente el que le roba un celular a un muerto o el que le dispara en el pecho a un adolescente para robarle el celular?
No importa, en realidad. El Perú avanza, pero creo que no sabemos hacia adónde.
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