Cuando le echas la culpa a la regulación de que una empresa les meta el dedo a los consumidores –o al Estado– como le da la gana, estás usando la misma lógica del policía que le pregunta “¿qué habrás hecho para que te pegue tu esposo?” a la mujer con el ojo morado y una costilla rota.
Justificar el comportamiento sociopático de algunas empresas con un argumento tipo “es natural que las empresas busquen el máximo beneficio” es igual de estúpido que argumentar que los hombres que golpean o violan a sus mujeres lo hacen porque “es su naturaleza”.
Muchos de los que sostienen estupideces como la descrita también defienden el “destrabe” estilo Kuntur Wasi y a rajatabla, al punto de proponer que, para casos como las compras del Estado con contraparte privada, la regulación sea aleatoria y ex post. O sea: sí, si los dejas, son mercantilistas, codiciosos y hasta corruptos porque su naturaleza los hace perseguir mayores beneficios por encima de cualquier otra consideración (la ética, la justicia, la ley), pero revisar sus bolsillos a la salida es demasiado “burocrático”.
El reglamento de la Ley de Promoción de Alimentación Saludable viola la ley que reglamenta. De arranque, es duro exigirle a la Coca Cola que etiquete sus productos con la advertencia “alto en sodio (sal)” o “alto en azúcar”, y será más complicado si su presidente tiene un amigo sentado en el Consejo de Ministros.
Los que no quieren que la información se difunda se llaman mercas. Nadie le va a decir a la gente qué debe consumir, solo se le dará información relativa a las cantidades de determinados elementos en los productos que consumen. Pero no quieren. ¿No les da un poquito de asco ver a un liberal defendiendo mercas irredentos?
¡Divulguen sus conflictos de intereses!
Si te interesó lo que acabas de leer, recuerda que puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.