Definirse por oposición a algo o alguien es de lo más rupestre que hay. ¿Por qué? Porque, entre varias otras cosas, significa darle a otro la decisión de definirnos. El anti solo existe en la medida que existe aquello que convoca ese anti, nada más.
En ese sentido, decir que los antifujimoristas son todos iguales es inexacto. Por supuesto, decir que todos los antifujimoristas son proterrucos, comunistas o enemigos del país es ridículo. Y es ridículo porque existen los antifujimoristas que lo son por pura higiene, por pura consciencia de lo que ser fujimorista significa para ellos. No hay que compartirlo, pero me parece que es atendible reconocerlo. Hay, por supuesto, también, gente que piensa igual o que pertenece a un determinado partido político dentro del antifujimorismo, pero eso no lo convierte, de ninguna manera, en un movimiento ni un espacio común o una corriente política. Ni siquiera califica como club de amigos.
Es decir, si ser “anti” es que te parezca sospechoso que alguien como Joaquín Ramírez te financie la campaña, vamos un poco reventados, ¿no? Ni eso ni que los documentos de las empresas de Ramírez se perdieran en un (ultra) conveniente accidente de tránsito es material noticioso. Alucinante. O sea, objetivamente, hubo dinero de procedencia dudosa en la campaña millonaria de Keiko. Eso es objetivo. Su papá Alberto se cargó el país en peso y mató, metió preso o empapeló al que se opuso y eso también es objetivo. A ella nada de eso le parece mal en absoluto y eso también es objetivo. Bienvenido Ramírez dijo que leer da alzheimer y la Sra. Aramayo propuso una ley para convertir en informales a los mineros ilegales que son criminales y eso también es objetivo y tampoco es una noticia que valga la pena seguir e investigar. ¿Qué es noticia?
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