22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

En este mundo conectado, donde la información está al alcance de todos en todas partes, la competencia por conquistar los corazones de los cientos de millones de consumidores que se levantan cada día en busca de nuevas experiencias se vuelve cada vez más exigente. Ya no basta tener una hermosa historia que contar, unos atributos que preservar, un producto único y mágico con el cual seducir. Hoy, la innovación debe ser constante para poder ofrecer, de manera permanente y consistente, nuevos productos e historias que mantengan al consumidor conectado con aquello que producimos. La gastronomía no es ajena a este nuevo escenario. Todos los países se han dado cuenta, en parte gracias al ejemplo de la cocina peruana convertida en una nueva marca internacional, de lo importante que puede ser su gastronomía para la promoción de sus productos o sus destinos turísticos. Cada vez más países miran su despensa, sus raíces, sus conceptos, sus protagonistas, para consolidarlos en una propuesta gastronómica que los represente exitosamente y les permita acceder a este mundo gastronómico lleno de oportunidades, hoy reservado a una docena de países, entre ellos el Perú. En Turquía, Corea, Singapur, Israel, Filipinas, Marruecos, Colombia o Hungría, por solo citar unos ejemplos, están trabajando con importantísimos presupuestos para hacer que sus gastronomías se conviertan en una poderosa herramienta de promoción y expansión de su cultura y sus productos en el mundo.

Por ello es importante que aquí, en el Perú, no desmayemos un segundo en seguir innovando, desarrollando, perfeccionando y avanzando en todo aquello que aún nos queda por hacer, para que el actual poder de seducción que nuestra gastronomía ostenta nunca decaiga, sino que se haga cada día más fuerte. Existen muchos caminos; sin embargo, uno de los más importantes es asegurar una formación y educación de altísimo nivel para aquellos jóvenes que sueñen con ser parte de esta hermosa y desafiante actividad. Por ello es que, desde hace años, veníamos soñando con hacer algún día una universidad de última generación dedicada a la gastronomía, que viniera a complementar al instituto técnico que hace algunos años formamos en Pachacútec. Nuestro sueño, que hoy se empieza a hacer realidad en alianza con la Universidad Católica, era claro: debemos formar a los jóvenes más talentosos del Perú en el mundo de la gastronomía, siguiendo todos los desafíos a los que deberán enfrentarse para convertirse en líderes mundiales.

El cocinero de hoy debe formarse desde una mirada humanista, integral, multidisciplinaria, que le permita contar historias a través de sus platos, transformar el mundo a través de su cocina y ganarse, así, la confianza de comensales o clientes que hoy quieren en realidad ser más que eso: quieren ser seguidores de aquellos a quienes respetan por lo que hacen, por lo que dicen y por el impacto que tienen. El cocinero moderno debe formarse en arte clásico y moderno para aprender a atrapar la belleza en sus platos. Debe saber de sociología para comprender los desafíos de su tiempo y su entorno, de literatura para llenar de poesía sus sabores, de física y química para entender el porqué de sus procesos culinarios, de música para impregnar de ritmo sus recetas, de historia y antropología para comprender de dónde venimos y hacia dónde vamos, de medicina para ofrecer placer y bienestar, de economía y márketing para poner en valor lo que representamos, de diseño y de comunicaciones para redondear conceptos y comunicarlos emotivamente.

En suma, el cocinero peruano del futuro debe prepararse mucho más que antes si es que queremos que nuestra gastronomía siga su camino ascendente. Por ello, nuestra universidad estará obsesivamente enfocada en ese sentido, porque estamos convencidos de que es la educación, no solo en la gastronomía sino en todos los terrenos, la que, finalmente, nos hará libres y enrumbará al Perú hacia su desarrollo definitivo.

Hoy, los peruanos nos preparamos para dar lo mejor de nosotros en muchos territorios, nos esforzamos para sacar adelante nuestros sueños, imaginamos nuestros productos y propuestas compitiendo exitosamente por el mundo y nos preparamos para ello con dedicación y convicción. Por ello, en esta hora electoral, lo que esperamos de nuestros políticos es precisamente eso: que se preparen, que estudien, que investiguen, que se formen y eduquen sin cesar. Además, esperamos que los partidos políticos se fortalezcan a partir de la selección de sus hombres y mujeres más preparados para que nos representen en el Parlamento y recuperen, así, su prestigio y majestad. Ya lo dijo Haya de la Torre en sus últimos años al afirmar que el gran desafío del Perú estaría en la buena educación y la formación de una clase política que, en vez de gritar, dialogue; y que, en vez de pelear o reñir, sepa escuchar y debatir.

Hoy, los ciudadanos del Perú rogamos a nuestros políticos que beban de todas las fuentes: de los clásicos y los modernos, de los sabios de todas las artes, las ciencias y las letras de todos los tiempos; desde Cicerón, Maquiavelo, Sun Tzu y Rousseau, hasta Mariátegui, Von Hayek o Popper. Deben estudiar políticas públicas exitosas llevadas a cabo por otros países en terrenos tan importantes como la seguridad ciudadana, la integración y paz social, el comercio, la innovación, el diseño, el medio ambiente, la cultura, el arte, el deporte, y ver cómo pueden ser aplicables a nuestros problemas y desafíos. Pero también deben impregnarse de cultura y conocimiento humanista, dejarse llevar por los nobles senderos de las artes y, muy en especial, de la literatura como fuente de comprensión del mundo. Soñar junto a Balzac, Borges, Camus, Proust, Saramago, Faulkner, Salinger, García Márquez, Vargas Llosa y tantos, además de tantos otros narradores y poetas que llenarán de luz e inspiración sus ideas, sus compromisos, sus batallas y, lo más importante, su corazón. Ya lo decía Platón: el objetivo de la educación es la virtud y el deseo de convertirse en un buen ciudadano. Los ciudadanos del Perú intentamos cada día recoger ese mensaje. Nuestros políticos, aquellos a quienes elegiremos para representarnos, deberán ir mucho más lejos. Deberán prepararse para ser los mejores entre los mejores. Con voluntad, lo imposible se vuelve posible.


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