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Opinión

A estas alturas, y conociendo cómo se sofocan los entuertos en estas comarcas, es muy probable que sólo nos quede teorizar sobre qué es lo que realmente sucedió en el caso López Meneses.

Juan José Garrido,La opinión del director
A estas alturas, y conociendo cómo se sofocan los entuertos en estas comarcas, es muy probable que sólo nos quede teorizar sobre qué es lo que realmente sucedió en el caso López Meneses. Cierto, el oficialismo y sus aliados ya están tratando de finiquitar el caso con la salida de W. Pedraza y A. Villafuerte del entorno gubernamental; empero, sabemos que con ello no se brindan las respuestas a las interrogantes aún sueltas: ¿quién y por qué se ordenó tal nivel de protección y vigilancia en la casa de Oscar López Meneses?

Lo primero que tendríamos que resaltar es que, como bien ha quedado establecido, no hay mejor defensa del sistema democrático que una prensa libre, sin ataduras y con claras convicciones. Si no fuera por el trabajo de la periodista Cecilia Valenzuela y su equipo en Willax TV, así como por el trabajo de los distintos medios que han desarrollado nuevas pruebas e indicios durante esta semana, nada de esto se sabría.

¿Podrían en Venezuela, Argentina y Ecuador, por no citar a Cuba y otros regímenes antidemocráticos, haber establecido tamaña denuncia? Por supuesto que no. Y si algún medio o periodista se armaba de la valentía necesaria para producir la primera piedra, ya el poder político y sus distintas facetas perseguidoras le hubiese saltado al cuello y logrado contener cualquier repercusión posterior.

Lo segundo que tendríamos que rescatar es la diligencia de la opinión pública peruana cuando se trata de nuestra democracia. Sin duda, es un rezago positivo del decenio fujimorista: nos enseñaron que no basta con que los medios parezcan independientes. Durante estos días no sólo la prensa ha mantenido su carácter indagador prolijamente, sino que este ha sido alimentado y exaltado por la investigación ciudadana, la cual ha rebotado pistas, recuperado videos y audios antiguos, y creado hipótesis de trabajo.

Los medios y una ciudadanía despabilada, sostenidos por tecnologías de información y una amplia libertad de imprenta y opinión, han causado un maremoto. Y no ha sido necesario salir a las calles o levantar grandes teatros para que el gobierno sienta que no era posible quedarse callado y actuar como si no pasara nada.

Esto demuestra que los peruanos aprendimos la lección. Recordemos que fue gracias a Canal N, el único medio televisivo libre en el régimen fujimorista, que presenciamos el video Kouri-Montesinos, suceso que origina la caída del mismo. Sin esa muestra tan vívida y contundente, es muy probable que la población peruana de entonces se hubiese contentado con una simple explicación y una que otra cabeza de mando medio.

Hoy, pasados 13 años desde aquel hecho, no sólo la prensa se encuentra más sólida, sino que la ciudadanía la encausa con su vigilante actuar. Es así como pasamos de una realidad en la cual la mayoría de medios se encontraban deslegitimados a una en la cual se encuentran a la cabeza de la aprobación nacional en cuanto a instituciones (67% de aprobación según nuestra última encuesta de Pulso Perú), por encima incluso que la Iglesia Católica.

El entuerto sigue vigente, y todo indica que la colusión montesinista también. Pareciera, por las declaraciones de sus voceros, que el gobierno percibe a la prensa como parte de una asonada desestabilizadora. Nada más lejos que eso; por el bien de todos, incluso del gobierno, hay que defender la libertad de investigación y acción de la misma. Nuestra primera obligación es con la democracia.


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