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Opinión

Es increíble que a estas alturas, pasados los episodios de Tambogrande, Santa Ana y Conga, el Estado peruano no haya podido elaborar una propuesta integral que permita el desarrollo de nuestra minería y, con ella, del país. Solo para ponerlo en contexto, una vez más: del portafolio minero 2011-2016, que traía inversiones por cerca de US$60,000 millones (25% de nuestro PBI), no se ha conseguido sacar adelante ni el 10%. Un desastre por donde se mire.

Culpar a las empresas es, y ha sido, la salida fácil de tres gobiernos que no han sabido estar a la altura de las circunstancias. Inadmisible ineptitud en un país donde casi un cuarto de su población vive aún en la miseria. Y culpar a la veintena de antimineros es otra forma de patear la pelota: nuestras leyes e instituciones deberían servir para algo; que no sepan aplicarlas es otra cosa.

Si un proyecto cumple con los requisitos formales, está en manos del Estado garantizar que se lleve a cabo. Para eso pagamos impuestos.

Son dos campos sobre los que se tiene que trabajar; por un lado, respecto de las comunidades y sus preocupaciones; por el otro, frente a los violentistas y sus canales de financiamiento.

En cuanto a lo primero, lo inmediato que se debe hacer es adelantar los beneficios que la región y las provincias recibirían por canon y regalías en forma de obras y servicios: colegios, postas médicas, agua y saneamiento, electricidad, carreteras de penetración. Si faltan recursos para cubrir la brecha, promuevan el uso de obras por impuestos, APP, o alguna otra manera. ¡Sean creativos! De nuevo, una vez cumplidos los requisitos, es el Estado el que tiene que hacer ese trabajo.

Sobre los antimineros violentistas, la lógica es muy simple: no pueden paralizar un proyecto porque les plazca. El Perú no puede estar secuestrado por una banda con intereses políticos y sus ideologías retrógradas: persigan los canales de financiamiento y ejerzan el cumplimiento de la ley.

Para el resto de peruanos, la tarea pasa por las urnas: castiguemos a esos oportunistas y saboteadores. Nada más democrático que hacerse sentir con los votos.

Juan José Garrido
director@peru21.com


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