22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

Hace unos días tuve la suerte de participar en el primer encuentro Kunan: Jóvenes Peruanos Fundadores de Empresas, cuyo objetivo es principalmente generar un altísimo impacto positivo en su entorno, sea social, económico, cultural o ambiental.

Durante la charla pudimos intercambiar muchas ideas y experiencias de vida, sobre todo de aquellos comienzos en los que nuestra cocina aún no se había convertido en la marca internacional que hoy todos reconocen. Y es que, como muchos de los jóvenes de estos tiempos, apasionados, libres, creativos y comprometidos, estos 40 jóvenes hoy empiezan un camino que, como es normal, los llena de entusiasmo, pero también de incertidumbre y ansiedad. ¿Lograrán cumplir su sueño? ¿Se abrirán las puertas que requieren para crecer? ¿Su producto será apreciado por el público? ¿Cómo fueron los comienzos del movimiento gastronómico peruano que lo llevó adonde hoy está? ¿Cuál fue el factor determinante para su crecimiento? ¿Cuál es ese punto en común que una comunidad de jóvenes llenos de sueños, todos distintos, deben abrazar para poder crecer juntos como lo hizo la cocina peruana?

Los caminos y respuestas siempre son muchos y, sobre todo, inciertos. Nunca es fácil compartir fórmulas que nos lleven al éxito porque estas van cambiando según el entorno y el momento. Sin embargo, de todos los caminos existen algunos que quizá puedan ayudarnos a emprender la senda correcta.

El primero de todos es encontrar algo que nos una más allá de nuestros emprendimientos que, como es lógico, son diversos. En nuestro caso, a los cocineros nos unió una marca, cocina peruana, y un objetivo, hacer de ella una prestigiosa marca internacional para beneficio de todos los que forman parte de ella. Fue a partir de ese meta compartida que pudimos crear valores, reglas, estándares y objetivos comunes por los cuales luchar todos juntos y, de paso, hacer crecer nuestros proyectos.

El segundo es abrazar la excelencia. En este mundo lleno de información, de historias y de productos que se crean día a día con una velocidad escalofriante, hay muchos buenos productos que por diferentes motivos no logran alcanzar el reconocimiento. Y es que hoy lo bueno no es suficiente. Hoy un producto para asegurar su éxito debe ser extraordinario o, al menos, intentar serlo. Tratar de llevar nuestro sueño más allá de lo conocido, lo posible, lo alcanzable de manera que, al final, sea algo único e irresistible.

El tercero es saber si es el momento. En este mundo cambiante, en donde todo avanza vertiginosamente, uno de los grandes desafíos para cualquier proyecto es saber si esa idea que inspiró su sueño sigue vigente o no; si ese producto soñado será algo novedoso o si en el camino alguien ya lo hizo; si esa idea revolucionaria será recibida con ilusión por el público o nadie la entenderá; si las condiciones políticas, sociales, culturales o empresariales son optimas para que nuestro sueño no esté adelantado o atrasado a su tiempo, sino que está en el momento preciso.

Y el cuarto es defender tu sueño con pasión y nunca renunciar a los ideales que lo inspiraron, pero siempre añadiéndole una elevada dosis de pragmatismo. Es decir, no permitir que la fuerza de nuestros ideales nos termine atrapando de manera que atente contra los nobles objetivos que inspiraron el emprendimiento.

Cuatro ingredientes que, en realidad, nuestros jóvenes de hoy los tienen mucho más claros que nosotros, los que tenemos más de 40 años y aprendimos en el camino a asumir el nuevo rol del empresario en la sociedad como alguien que crea y genera valor compartido para todos.

Nuestros jóvenes de hoy, como los jóvenes Kunan, tienen claro que su objetivo común es construir una nueva imagen del empresario peruano ante la sociedad, de manera que, por sus acciones y su trabajo, sea respetado, valorado y admirado por todos. Tienen claro que sus proyectos deben tener un alto impacto social, y que es este impacto social el que generará una relación estable y larga basada en el respeto que sus consumidores tienen por ellos, pero que, para que este sueño despegue, deben primero abrazar la excelencia y la búsqueda de un producto extraordinario, de manera que su sueño seduzca y enamore a todos primero por sus atractivos y luego dar el puntillazo final por sus valores. Tienen claro que la vida avanza muy rápido, y que nuestras leyes y políticas no tanto. Y que por ello deben estar muy alertas a entender si es o no el momento para sus proyectos y, lo más importante, hijos de estos tiempos y las nuevas tecnologías que a los de nuestra generación nos cuesta mucho comprender, tienen muy claro que son los ideales los que sostienen sus sueños, ideales de justicia, amor al prójimo, respeto al ambiente, de compartir el valor que generan, pero que, para estos se cumplan, deben saber renunciar, ceder, dar pasos al costado, transar, tolerar, debatir, recular y usar todas las herramientas y estrategias posibles para que su ideal y sus objetivos florezcan.

Al final, como siempre nos sucede a los entrados en los cuarentas en estos encuentros con jóvenes, uno llega con la ilusión de enseñar y sale con la certeza de que fue a aprender.


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