Mauricio Novoa,Historiador
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
Mauricio Novoa es abogado, historiador y, también, periodista. Acaba de editar En el nudo del imperio. Independencia y democracia en el Perú (IEP), un volumen donde se analiza el proceso de la Independencia del Perú y “cómo un régimen político que parecía ‘natural’, en pocos años se volvió objeto de execración”.
Estudiaste Derecho, pero te dedicas a la Historia…
En un país como el nuestro, uno no se aleja totalmente del Derecho porque todo está permeado por temas jurídicos. Siempre me interesó la Historia: mi abuelo, Alfredo Novoa Cava, fue el oficial de más alto rango fallecido en la Guerra con el Ecuador. Desde que tengo memoria, íbamos todos los 11 de setiembre a una ceremonia que se hacía en su honor.
Sin embargo, haces historia de las ideas…
Caí en ese terreno porque mi asesor en Cambridge fue David Bradley, un mexicanista y peruanista cuya principal preocupación siempre fue la historia intelectual de América Latina, sobre todo en el periodo virreinal. Por eso, mi tema de estudio es entender la cultura legal a fines del Virreinato y a comienzos de la República. Fue una cultura muy avanzada, muy compleja; las bibliotecas que uno encuentra son comparables a las de Europa. Hay un mito que dice que el Virreinato fue una época oscura, atrasada, y no fue así, al menos en el mundo jurídico.
Se habla de una España que era oscura y de una Inglaterra que resultaba luminosa…
No era así. La gente no se nutría del liberalismo anglosajón, sino del derecho hispánico como ‘Las Siete Partidas’, que decía que, en el caso de una tiranía, el poder regresaba al pueblo. Los ilustrados no leían a Hobbs, a Locke, sino que se basaban en las propias fuentes hispánicas. Por eso, eran fidelistas, fieles a la Corona Española.
Es decir, que muchos peruanos desearan una monarquía era ser consecuente con ese pensamiento…
Sí. Cuando uno hace historia de las ideas, debe colocarse en la mente de esas personas y pensar como ellas pensaban. Por ejemplo, lo que hoy entendemos por democracia no era lo que se entendía a fines del siglo XVIII e inicios del XIX. Estos peruanos tenían dos modelos: una monarquía nacional (o imperial) y una república al estilo de las ciudades-estado. Salvo EE.UU., las repúblicas como hoy las entendemos no existían. El modelo monárquico era visto como natural. Además, la república era un modelo para ciudades, no tenía alcance nacional. Su lógica era la siguiente: tuvimos a los incas, luego a los reyes de España como ‘emperadores del Perú’ –que eran llamados ‘Inca-Reyes’–, y ahora nos toca una monarquía nacional. Hemos sido muy injustos con los peruanos del siglo XIX, y solo hablamos de esa época en términos de caudillos y caos, cuando lo que vivimos fue un proceso de experimentación política.
Muchos afirman que los peruanos del siglo XIX no querían la Independencia, que esta fue impuesta…
No fue así, es otro de los mitos en la historia del Perú. En la práctica, el Virreinato era bastante autónomo. Por ejemplo, hasta 1776, de los 12 oidores de la Audiencia de Lima, 11 eran criollos. Ellos fueron reemplazados por la Corona Española, y situaciones como esta fueron la semilla del movimiento independentista pues, hasta entonces y por más de 200 años, en términos reales, los criollos habían gobernado este territorio.
¿Y los indígenas?
No debemos olvidar que en el Virreinato había una nobleza indígena que, legalmente, estaba a la altura de cualquier hidalgo, es decir, se le reconocía como paritaria. En ese sentido, había diferencias, pero yo no creo que podamos hablar de racismo en aquella época.
¿Hay mucho resentimiento en la historia del Perú?
Enorme. Esta idealización del pasado incaico hace que no podamos entendernos como un país mestizo. La Serna, en términos culturales, dejó un país que no hubiera reconocido Francisco Pizarro. A inicios del siglo XIX fuimos una sociedad compleja y avanzada y, por eso, la independencia fue un acto de fe en el Perú. Los peruanos quisieron hacer una república democrática, a pesar del desafío que representaba, y lo hicieron a la par de los grandes movimientos democráticos del mundo, no después.
¿Qué faltó?
El desarrollo de instituciones intermedias y blindadas al poder de turno –como la Cancillería y el BCR– que le hubieran dado continuidad e institucionalidad al país. Las principales víctimas de este proceso fueron la educación y la transferencia tecnológica, crisis que hasta hoy arrastramos.
¿Somos una nación?
Sí. Debemos llegar al bicentenario con esa discusión zanjada. El desborde popular ya se produjo, y el Perú ya se integró en urbes como Lima, Arequipa, Trujillo, que son un crisol del país. Víctor Andrés Belaunde lo dijo: somos una síntesis, una nación mestiza. Y, como dijo Vargas Llosa, por qué buscar una identidad si las tenemos todas.
AUTOFICHA
- Soy de Lima, nací en 1972. Estudié en La Recoleta. Allí fue mi profesor Hubert Lanssiers, quien nos enseñaba a pensar. Estudié en la de U. de Lima y en Cambridge.
- Estoy casado y tengo cuatro hijas. He sido profesor en las universidades de Lima, Londres, Indiana, Bloomington y Gerona (España).
- No solo me dedico a la academia: tengo una empresa, y ahí hacemos consultoría estratégica, asesoría sobre imagen y asuntos públicos… y hago algo de Derecho.
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