Michel Rolland,Enólogo francés
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
Este francés es uno de los mejores enólogos del mundo, por eso, hace vinos en 14 países distintos. Como todo espíritu creativo, es amado y vilipendiado. Con ustedes, el gran Michel Rolland.
¿Qué es el vino para Michel Rolland??
Mi vida, solamente mi vida (risas). Empecé en el mundo del vino porque mi familia tenía una propiedad, una bodega. Puedo decir que crecí en medio de un viñedo, y eso me motivó a estudiar Enología. He hecho vino toda mi vida.
¿Recuerda su primera copa de vino?
No tengo muy claro el momento preciso, pero sí sé que caminaba mucho con mi padre por los viñedos y que, en medio de esos paseos, tomó algunas gotas de vino y me hizo probar. Así empecé y, la verdad, desde entonces he bebido bastante vino (risas).
¿Nunca quiso rebelarse y no hacer vinos?
La tradición es estar en el vino, no seguir las malas prácticas vitivinícolas. Me explico, hoy puedo decir que mi padre seguía malas prácticas al crear sus vinos, pero en los 40 años que llevo en el oficio todo ha cambiado. Ahora, el que elaboraba mi padre era el vino que pedía el mercado.
¿Bebemos mejor que antes?
No hay comparación posible entre los vinos de hoy con los de hace 30 años: hoy tenemos un nivel muy superior. El cambio ha sido enorme, y el mal vino de mesa que antes se servía ya no se toma más. Esta ha sido la gran transformación de los últimos 25-30 años.
Es parte de este movimiento que hoy se preocupa por hacer cada vez un mejor vino…
Soy enólogo y estoy contento con las cosas que he hecho, pero siempre hago esta comparación del mundo del vino con el surf: si no hay ola, no hay surf; si hay ola, uno puede tomarla o no; si se la toma se puede hacer una gran performance. Espero haber tomado buenas olas.
Si uno dice “Francia” piensa en grandes escritores, grandes pintores y grandes vinos. ¿Se siente un artista?
De vez en cuando, sí. Ahora, en el 90% de mi trabajo hay una consecuencia económica y allí no me siento artista, pues tengo que hacer un gran vino pero cuidar las finanzas… eso no es tan artístico pues se mete el contador (risas). Ahora, tampoco hay que quejarse porque, al fin y al cabo, el vino es un negocio… un negocio hecho para dar placer.
Algunos escritores son, también, sus lectores ideales. ¿Le pasa lo mismo?
Sí (ríe). Confío mucho en mis gustos, pero tengo un espíritu inquieto y siempre estoy en búsqueda de nuevas fórmulas. Además, mi objetivo es masificar el consumo del vino, entonces, mi estilo de hacer vinos no es universal pero sí es muy amplio.
¿Sigue siendo Francia el mejor productor de vinos?
Yo no diría eso. Francia tiene la ventaja enorme de tener casi todas las referencias máximas: no se puede hacer en otro lado un Champagne, es decir, un espumante, del nivel del francés; los más grandes Cabernet Sauvignon están en el Medoc; los mejores Pinot Noir, en Borgoña; los mes valorados Chardonnay, en Borgoña, etcétera. Es decir, Francia tiene las mejores referencias pero no hace todos los vinos buenos del mundo. Veremos cómo vienen las cosas en el futuro.
¿Y por qué decidió hacer vino en otros lugares?
Por pura curiosidad. Quería viajar y saber qué hacían los demás. Al principio, mi sueño fue EE.UU. Fui al valle de Napa y hoy asesoro a 17 bodegas de la zona. También he tenido un poco de suerte. Entonces, la curiosidad y la suerte han hecho que hoy haga vino en 14 países. Y mi curiosidad ha sido satisfecha en Argentina, a la que hoy siento mi segunda patria.
¿Argentina es solo Malbec y Torrontés?
No. No hay que presentar las cosas así, el discurso debe ser el siguiente: Argentina es el país que hace el mejor Malbec del mundo, pero allí también se puede hacer un buen Merlot, Cabernet, Syrah. Ahora, no se puede negar que su Malbec es emblemático.
¿Cuál es la zona argentina donde prefiere trabajar?
No tengo una zona preferida: en el norte, en Salta, en Yacochuya, hago un gran Malbec a más de dos mil metros. En Mendoza, Vistalba y Tupungato son magníficas. Más que zonas, la suma de viñedos, enólogos y una buena bodega ayuda a crear estupendos vinos.
¿El Nuevo Mundo hará tan buenos mundos como los del Viejo Mundo?
Hará vinos distintos. ¿Mejores? Aún no lo sé. El Viejo Mundo tiene más de un siglo de experiencia, y en Argentina, hace unos 15 años no había más de 10 vinos buenos para catar; hoy hay 250: un gran cambio. Pero en 15 años no se hace la historia de un país… hay que saber esperar. Somos un poco impetuosos en el Nuevo Mundo, lo que debemos hacer es mejorar, mejorar, mejorar; aún no tenemos un vino de 50 años capaz de ser comparado con un Château Lafite.
Dicen que el vino es larga vida y buen amor…
Espero que tengas razón (risas).
AUTOFICHA
- Estoy casado y estoy muy enamorado. Cuando quiero pasar una velada romántica con ella me abro un vino de Pomerol, pues me encanta el gusto del Merlot.
- El vino es mi vida, solo mi vida. Puedo decir que crecí en medio de un viñedo, y eso me motivó a estudiar Enología. He hecho vino toda mi vida.
- Desgraciadamente, no conozco el Perú. Sé que su gastronomía va muy bien, y he probado pisco… pero en Chile. ¿Eso no es pisco? (Ríe). Entonces debo ir al Perú.
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