Patricia Teullet,Opina.21
Columnista invitada
Pero, ahora, los peruanos nos hemos acostumbrado a aquello que acompaña tasas de crecimiento de más del 6%: al empleo que generan los nuevos negocios en Lima y fuera de ella. Nos hemos acostumbrado a que los productos importados estén a nuestro alcance, aunque muchas veces prefiramos la calidad del producto nacional. Nos llama la atención si sube el dólar, y ahorramos en soles. Nos alarmamos ante la desaceleración del crecimiento o si Estados Unidos hace algo que nos pudiera afectar… pero olvidamos mirarnos a nosotros mismos.
Muchas instituciones funcionan bien: el BCR y el Ministerio de Economía son solo dos de la lista de entidades estatales cuyos buenos profesionales resguardan principios económicos, atienden necesidades urgentes o promueven la inversión.
Pero no todo pinta así de bien. Reflexionando en torno a la importancia de las instituciones, expuesta por Acemoglu y Robinson en Por qué fracasan las naciones, resultan evidentes las trabas autogeneradas que impiden que nuestro crecimiento pueda mantenerse y superar la pobreza: ¿Confiamos en el Poder Judicial? ¿Nos ‘fajamos’ por la democracia? ¿Castigamos la corrupción? ¿Logra el Gobierno que se cumplan las leyes? ¿La educación de los niños garantiza oportunidades para mejores empleos?
Nada de esto depende de EE.UU. ni de la Unión Europea; tampoco de China. Solo nosotros, los ciudadanos, podemos crear las instituciones, económicas y políticas, que nos convertirán en un país desarrollado. En caso contrario, ‘hasta acá nomás’ llegaremos. Y la posibilidad de hoy será otra oportunidad perdida.
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