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Opinión

29 de julio del año 2026. Todo parece estar listo para el desfile. Se celebran unas nuevas Fiestas Patrias y esta vez serán muy especiales.

29 de julio del año 2026. Todo parece estar listo para el desfile. Se celebran unas nuevas Fiestas Patrias y esta vez serán muy especiales. El nuevo presidente elegido reanuda la contienda política luego de diez años de la histórica tregua acordada en 2016, cuando el crimen organizado, el descrédito político, la frustración social y los falsos caudillos arrinconaban a nuestra sociedad. Fue un día como hoy, hace diez años, que el presidente elegido, reconociendo su incapacidad para enfrentar solo a los enemigos de la patria y escuchando el clamor popular, decidió convocar a todas las fuerzas democráticas para constituir un gobierno de concertación capaz de diseñar y ejecutar las medidas necesarias para enfrentar la situación que el país vivía y enrumbarlo nuevamente hacia la senda del progreso y la libertad. Gracias a ello, poco a poco, con una clase política que decidió dejar atrás rencillas, apetitos y vanidades, el país fue conquistando el orden, la paz y la confianza necesaria para enfrentar un futuro que, año tras año, se fue haciendo más esperanzador.

Y así fue que, en menos de un año, gracias a un nuevo marco jurídico, nuestra Policía, fiscales y jueces fueron dotados de todo lo necesario para que el crimen organizado fuera arrinconado y vencido. Al año siguiente, la sensación de confianza y el respeto y la credibilidad recuperada en nuestras instituciones contagió a nuestros ciudadanos, quienes se fueron encaminando hacia el respeto a la ley, el orden y las normas elementales de convivencia. La economía no tardó en reaccionar positivamente y, al iniciar el tercer año, los números arrojaron una cifra récord: 9% de crecimiento anual. El cuarto año fue determinante para la consolidación del proceso: todo el marco jurídico imperante fue revisado y adaptado para enfrentar los desafíos del nuevo orden mundial. Orientándolo hacia la puesta en valor de nuestra diversidad cultural y biodiversidad, la explotación de nuestros recursos con armonía social y medioambiental, el respeto a las minorías y apoyo a los sectores más desprotegidos, la erradicación de la corrupción institucional, la iniciativa privada y libertad individual como motor del país y la educación e innovación como los dos grandes ejes que den sostén al desarrollo de todas las fuerzas productivas, sociales y culturales. Gracias a ello, poco a poco, la modernización y la paz social fueron llegando a todos los sectores, lo que convirtió al Perú en un país modelo en el mundo.

Fue en el quinto año, luego de las elecciones donde un nuevo presidente de la concertación fue elegido de forma mayoritaria, que el presidente saliente anunció los promisorios resultados. El Perú, en cinco años, había logrado pasar a la cabeza en la educación pública de América Latina. La calidad de la educación primaria rural incluso superaba a la urbana. La educación secundaria se conectaba con las oportunidades de sus entornos y del mundo. Los institutos y las universidades del país pasaban a liderar los ránkings de la región no solo en calidad, sino también en investigación y publicaciones. Los centros de investigación, conectados con los distintos sectores productivos, no cesaban de producir conocimiento propio basado en nuestras oportunidades y científicos. Talentos y Ph.D. de todo el mundo venían al Perú a instalarse gracias a lo atractivo que resultaba el entorno para sus conocimientos. Fue así que el presidente entrante anunciaba su promesa: si todo seguía como lo planeado, en el año 2026, la educación peruana sería una de las 20 mejores del mundo y el profesor peruano, uno de los personajes más respetados de la sociedad.

Durante los cinco años siguientes, muchas de las históricas batallas que frenaban nuestro desarrollo fueron vencidas. La tala ilegal de nuestros bosques era solo un recuerdo; la minería ilegal fue erradicada; el trabajo, desnutrición y abandono infantil fueron derrotados, y lo mismo ocurrió con la violencia familiar, la discriminación y el racismo. Gracias a ello y a un nuevo paquete de medidas económicas que fomentaba la innovación en aquellos sectores en los que el país tenía ventajas ante el mundo, la economía siguió su marcha triunfal hacia el progreso con un promedio anual de crecimiento de 8%, siendo los departamentos de Amazonas, Puno y Arequipa los de mayor crecimiento. Gracias a este crecimiento, la calidad de los servicios públicos poco a poco fue convirtiéndose en ejemplo para la región. El sistema de transporte de Lima era emulado por las demás capitales; los hospitales en todo el país estaban a la vanguardia en tecnología y calidad de atención; el sistema ferroviario, luego de décadas de olvido, ya conectaba a todo el país; las carreteras, puertos y aeropuertos comunicaban al país de forma rápida, segura y económica; y la enorme capacidad instalada de nuestras energías renovables hacían del Perú un país líder en sostenibilidad ambiental. Gracias a todo lo vivido en los últimos diez años, el país no dejaba de hacer noticia en el mundo. Sus productos de valor agregado, diseño y marca propia eran solicitados en todo el planeta, sus profesionales se contaban entre los más destacados del mundo, el país anunciaba la visita récord de 12 millones de turistas en el último año y nuestros artistas y deportistas nos regalaban inspiración y triunfos semana tras semana. Diez años de insuperables conquistas que el presidente saliente recordaba en su discurso, reservándose para el final el anuncio que todos esperaban: el Perú finalmente había derrotado a la pobreza.

La historia que acaban de leer puede convertirse en realidad. Dependerá solo de nosotros, de todos los peruanos, aquí y ahora.


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