A raíz de los recientes escándalos de corrupción, muchos analistas vienen intentando vincular corrupción con tecnocracia y modelo económico de mercado en un audaz intento por despercudirse del inmenso peso que tuvo, en todo este esquema, el brasileño Partido de los Trabajadores.
La corrupción no tiene bandera. Y la obtención de contratos públicos vía corrupción siempre ha existido. La novedad es el uso de este tipo de contratos para hacer caja para financiar campañas presidenciales de políticos afines a las ideas de izquierda en Latinoamérica. Y aun cuando Humala no aplicó un modelo socialista, cuando llegaron al poder lo hicieron con el apoyo de la izquierda brasileña, ¿o no?
El modelo de mercado nunca se ha aplicado acá. Basta ver los índices de libertad económica para advertir que “el sueño tecnocrático” se ha quedado en sueño. Los noventa nos trajeron (i) apertura de mercados y redujeron el (ii) tamaño del gobierno, pero muy poco se avanzó en (iii) eficiencia regulatoria, y (iv) Estado de derecho (la libertad económica depende de esos cuatro factores, y Estado de derecho incluye anticorrupción).
“La corrupción destruye la libertad económica al introducir inseguridad e incertidumbre en las relaciones económicas. También reduce la vitalidad de la economía al incrementar costos y recursos que se asignan a actividades improductivas” (Índice de Libertad Económica, Heritage). Quien afirme que el modelo de mercado no se preocupa por la corrupción está mintiendo o adrede leyendo liberalismo donde debe leer mercantilismo.
El coro de analistas que hemos visto apoyar el supuesto vínculo entre corrupción-modelo-tecnocracia solo se explica en el sueño de abrirles espacio político a Mendoza y compañía. No me sorprende en analistas vinculados a partidos, pero sí en otros habituados a hacer análisis técnicos.
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