El socialismo del siglo XXI lleva más de 17 años haciendo estragos en Venezuela y hace no mucho tiempo Ollanta Humala trató de importarlo al Perú, con el endoso de Lula, lo que para nuestra suerte no sucedió.
Para poder entender cómo este modelo terminó afectando a los más pobres, Contribuyentes por Respeto envió a un corresponsal por una semana a Caracas. Aquí algunos ejemplos del día a día de un venezolano.
- El pan canilla, fundamental en el desayuno de los venezolanos, cuenta con un precio regulado. Este se vende en cantidad limitada y a ciertas horas del día, lo que genera largas colas desde las 5 a.m., en donde se suelen perder entre 6 y 8 horas para comprar dos unidades por persona. Esta regulación no ayudó a los más pobres, puesto que las panaderías se ven obligadas a producir otros panes de precio libre para recuperar las pérdidas.
- El agua es de difícil acceso para la población. Si bien el servicio de agua y saneamiento es prácticamente gratis, de los caños sale agua marrón en lugar de potable, lo que obliga a la mayoría de venezolanos a comprar agua embotellada. El precio de este producto es libre, pero cada botella de 500 ml equivale al 1% del salario promedio (unos S/15 acá). Situación que haría pensar dos veces a cualquiera antes de satisfacer la sed en una tienda.
- Los medicamentos más básicos (ej. Glucofage para diabetes) están subsidiados, pero son prácticamente inaccesibles por la vía regular. Los venezolanos tienen derecho a comprar una vez por semana medicinas, si encuentran. De lo contrario, deben pedir el favor a alguien que vaya a ir a Venezuela o comprarlas en las redes sociales a precios exorbitantes.
La revolución que prometía incrementar la igualdad lo hizo, pero volviendo a todos los venezolanos igualmente pobres. Felizmente el Perú se salvó del terrible socialismo del siglo XXI.
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