Estados Unidos-Cuba: El fin de un fracaso

La decisión del gobierno estadounidense de restablecer relaciones diplomáticas con Cuba será objeto de una fuerte oposición del Partido Republicano y de otros importantes sectores de la sociedad norteamericana, sobre todo del vinculado con la migración cubana. Al margen de esto, es evidente que, luego de la grave derrota que sufriera en las recientes elecciones legislativas, el presidente Barack Obama ha logrado, con esta audaz decisión y con las recientes medidas migratorias, volver a colocarse en el centro de la política estadounidense.

El restablecimiento de relaciones no significa el fin del bloqueo económico, porque este depende de una ley del Congreso, pero, como se deduce del pronunciamiento de la Casa Blanca, le permite al Ejecutivo perforar la rigidez de dicho bloqueo. Esto, al darle luz verde a múltiples formas de vinculación entre ambos países, como el incremento del monto de las remesas familiares hacia la isla y la ampliación de los permisos de viaje a Cuba.

Como dijo su presidente, la decisión del Gobierno Estadounidense es también el reconocimiento del fracaso del bloqueo. La razón es simple: si bien le creó dificultades económicas y sociales a Cuba y sus habitantes, este permitió que el gobierno se blindara mediante un potente sentimiento nacional antiimperialista.

La medida tendrá un efecto no solo bilateral sino también regional, en América Latina. El Gobierno Venezolano tendrá que evaluar su discurso y su relación con el país del norte.

Los foros internacionales ya no tendrán como punto de agenda si invitan a Cuba o no. Incluso estará en manos del gobierno presidido por Raúl Castro si Cuba vuelve o no a la OEA.

Por una sugerente coincidencia, el mismo día del anuncio de Obama, las FARC declararon un alto al fuego indefinido.

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, tendrá más oxígeno, y el futuro de las negociaciones, que, precisamente, se llevan a cabo en La Habana, adquirirá un cariz más promisor.