Mijail Palacios Yábar
@mijailpy
Elliot Urcuhuaranga es Elliot Tupac. Hijo de Fortunato Urcuhuaranga, uno de los precursores del cartel chicha, aquel que reconocemos en las calles, generalmente, anunciando un concierto de cumbia. Arte que, de la mano de Elliot, ha cruzado fronteras. En los últimos tres años ha expuesto, intervenido espacios y dado talleres en Europa y Latinoamérica, a través de la serigrafía, la caligrafía y el arte urbano. Acaba de regresar de Francia y en estos días retorna a Chile. Un artista de alto vuelo.
Viene de exponer en Francia.
Expuse en el Museo de Arte Contemporáneo de Lyon. En el año 2012, pinté en Lima el mural “Antes soñaba” (que fue borrado) en colaboración con un artista francés y en esta oportunidad él estaba como curador en la muestra de arte urbano en Francia, que tiene a 10 artistas de todo el mundo, y me invitó. También intervine la estación del Metro de Part Dieu, adonde llegan todos los viajeros a Lyon.
Y ahora se va para Chile.
Primero pintaré en Barranco y también por la campaña #ArteParaTodos, en espacios públicos. Busco que el trabajo que hago sea interactivo para la gente, que no sea mi satisfacción personal. Sobre seguir viajando, para 2017 voy a racionar los viajes, porque quiero hacer proyectos en Lima, como un taller de imprenta antigua y viajar en el tiempo. Pero este año sí tengo visitas pendientes a Chile y a Colombia.
¿En el Perú estamos muy lejos de lo que se hace en Europa a nivel de arte?
Sí, pero no por los artistas sino más bien por las instituciones, las gestiones. Acá no hay mecanismos prudentes para que el arte asuma una posición protagónica. Entonces, si no lo hacen las instituciones, que las empresas lo hagan está bien. Pero también hay cosas no muy rescatables como lo del Callao Monumental, donde participé inicialmente pero después no quise saber más del proyecto, porque sentí que hay una especie de manipulación del espacio, de limpiar un área para solo convertirla en algo comercial.
¿No se ha integrado a los ciudadanos del Callao?
Había la sensación de que el proyecto era vinculante para con los vecinos, pero en la práctica no ha sido así, y los vecinos siempre van a ser los marginados. No es un espacio recuperado para los ciudadanos sino para la empresa, y los artistas podemos convertimos en piezas dentro de esa intención de ‘expectoración’.
Precisamente, ahora usted está en varias campañas de marcas conocidas. ¿Cómo afronta esa forma de exposición? ¿No teme que su trabajo sea banalizado?
Depende. En estos tiempos, las ofertas son constantes y he rechazado muchas.
¿Por qué?
Porque no están dentro de la línea ética que desarrollo con mi trabajo. Es inevitable que se trate de un tema comercial, pero cuando acepto debo seguir siendo yo. Que no se manipule mi presencia. Nadie niega que detrás de ello hay una campaña de márketing, pero si esta campaña vincula a la gente, está bien. He rechazado propuestas por las que me pueden decir que estoy loco, pero respeto mi trabajo.
¿Cómo qué, por ejemplo?
Hay un personaje en Londres que tiene el mejor restaurante de comida peruana. Vino a Lima y me dijo: ‘Oye, tengo una galería y restaurante, he abierto ese espacio para los peruanos, para que conozcan tu trabajo y para que la gente lo vea’. Le respondí que valía tanto y enojado me pagó. Hay gente que me propone hacer cosas considerando que me están haciendo un favor.
¿Siente que su arte es más valorado por el extranjero?
Es valorado de maneras distintas. En el Perú, a la gente que no le gusta es porque tiene colores estridentes y proviene del cartel chicha. Aunque es poca esa percepción. Pero hay gente que todavía tiene esa negación a lo popular. También hay gente que asume lo folclórico y lo popular solo para la foto, mas no para el lado consciente. Yo no busco espacios forzados en el ámbito artístico de Lima. No me muevo, no estoy detrás de las exposiciones, detrás de los cocteles. La vinculación con las marcas en comerciales son circunstanciales y no desmerecen la actividad que he hecho, más bien la refuerzan.
¿Arte chicha es la mejor definición de su trabajo?
Sí. Yo provengo de una familia que desarrolló la cartelería como un modo de subsistencia y artística. Eso hace que mi trabajo sea honesto.
¿En lo chicha está la esencia de la identidad peruana?
Yo creo que no. Es más, siempre niego la existencia de una cultura chicha. Lo chicha es un elemento, es algo que suma.
¿Hay una nueva ola de artistas con una visión de revalorar lo popular?
Sí. Pero hay propuestas para satisfacer la circunstancia y eso es peligroso, porque es una mirada superficial. Sin embargo, también hay lo otro: la vinculación con respeto hacia lo popular.
¿Aún trabaja con su papá?
Poco. Es que compró tres máquinas de gigantografías y también hace impresión digital (risas), además de los clásicos carteles.
¿Y él qué piensa de lo que ha logrado su hijo?
Muy contento. Y algo que no pretendía: para mis hermanos y sobrinos me he convertido en alguien que quisieran seguir.
Autoficha
- “Tengo 38 años, provengo de la escena del cartel chicha. Mi padre, Fortunato Urcuhuaranga, desarrollaba los carteles desde los ochenta y como serigrafista y artesano lo hacía desde joven, en Huancayo. Somos ocho hermanos y todos hemos pasado por el arte de mi papá”.
- “En los últimos tiempos vinculo mi trabajo con áreas como la serigrafía, el arte urbano a través de la pintura, el diseño gráfico con las tipografías. Soy limeño, pero mi familia es de Huancayo. De niño yo quería aprender a tocar el violín”.
- “Así como mi discurso pretende ser transversal socialmente, también quiero no solo ser el representante del Perú. En Europa me siento como representante de Latinoamérica. Más que artesano o artista, me siento comunicador. A la hora de pintar, pienso qué voy a comunicar”.
Extras
- Esta es la versión de Ellio Tupac del logo de Perú21. Dale click aquí.
- Descargar aquí el poster de Ellio Tupac que viene gratis con tu Perú21.
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