Roberto Lerner,Espacio de crianza
espaciodecrianza.educared.pe
“Cuando dejamos el biberón, me daba leche chocolatada en unas tazas de piolín que hacían sonidos”; “Solterito con arvejas, queso y machas”; “Estofado de pollo bien jugoso”; “Olor a pan recién hecho, no por ella –hacía alfajores y guargüeros–,francés, calentito, con mantequilla; “Tallarines verdes, que no como hace mil años”; “odiaba los macarrones con salsa amarilla, lo único que ella sabía cocinar y me obligaba a comer cuando chiquita, y una vez, donde una amiga, que los quise comer, pero con salsa blanca, no me dejó porque estaba a dieta”; “puré –no como hace tiempo–, con bistec y arroz, que me encantaba mezclar, lo que a ella le parecía de mal gusto”; “Al llegar del colegio –lo olíamos desde la puerta– un bistec bien delgadito, arroz y ensalada con una salsa clarita que no hemos podido repetir”; “Caldo de mote”.
“Ella”, la que hacía o no, permitía o no, obligaba o dejaba en libertad, es mamá. Rememorados por personas con poco en común, son recuerdos que enredan sentimientos y relatos; con olores, texturas, sabores, sonidos y colores; con sensaciones de plenitud o carencia, transición o logro.
Y, casi siempre –son varias decenas, pero se repiten–, denotan nostalgia de lo que no se va a repetir, que solamente ella podía hacer, que está guardado en el tiempo. Pero que permitirá amarrar cuerpo y espíritu con la posibilidad de amar, en los nietos de “ella”.
Ahora que se promueve lo saludable y ahuyenta lo dañino con leyes –ni los más jóvenes recordaron cuando “ella” daba gaseosas, grasas trans o whoppers–, rindo homenaje a las madres que alimentan bien a sus hijos, no solo porque conocen el qué, sino, sobre todo, el cómo.
Si te interesó lo que acabas de leer, recuerda que puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.