18.ABR Jueves, 2024
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Opinión

Roberto Lerner,Espacio de crianza
espaciodecrianza.educared.pe

“Cuando dejamos el biberón, me daba leche chocolatada en unas tazas de piolín que hacían sonidos”; “Solterito con arvejas, queso y machas”; “Estofado de pollo bien jugoso”; “Olor a pan recién hecho, no por ella –hacía alfajores y guargüeros–,francés, calentito, con mantequilla; “Tallarines verdes, que no como hace mil años”; “odiaba los macarrones con salsa amarilla, lo único que ella sabía cocinar y me obligaba a comer cuando chiquita, y una vez, donde una amiga, que los quise comer, pero con salsa blanca, no me dejó porque estaba a dieta”; “puré –no como hace tiempo–, con bistec y arroz, que me encantaba mezclar, lo que a ella le parecía de mal gusto”; “Al llegar del colegio –lo olíamos desde la puerta– un bistec bien delgadito, arroz y ensalada con una salsa clarita que no hemos podido repetir”; “Caldo de mote”.

“Ella”, la que hacía o no, permitía o no, obligaba o dejaba en libertad, es mamá. Rememorados por personas con poco en común, son recuerdos que enredan sentimientos y relatos; con olores, texturas, sabores, sonidos y colores; con sensaciones de plenitud o carencia, transición o logro.

Y, casi siempre –son varias decenas, pero se repiten–, denotan nostalgia de lo que no se va a repetir, que solamente ella podía hacer, que está guardado en el tiempo. Pero que permitirá amarrar cuerpo y espíritu con la posibilidad de amar, en los nietos de “ella”.

Ahora que se promueve lo saludable y ahuyenta lo dañino con leyes –ni los más jóvenes recordaron cuando “ella” daba gaseosas, grasas trans o whoppers–, rindo homenaje a las madres que alimentan bien a sus hijos, no solo porque conocen el qué, sino, sobre todo, el cómo.


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