Mónica Delta,Opina.21
mdelta@peru21.com
Al entrevistarla en Radio Capital sobre las exigencias de su entrenamiento, me dijo, esquivando la mirada hacia Peter López, nuestro representante de taekwondo, en tono de cierta complicidad, “el profesor Kim es un poco fregado”. En ese momento no insistí sobre el significado de la expresión, pero me sonó a una intención de decir algo más. Y parece que no me equivoqué. Esta semana, Gladys destapó una denuncia seria contra el coreano Pedro Kim. Ella se ratifica en acusarlo de haberla pateado en la cintura el último día de su estadía en la villa de los Juegos Olímpicos. Puede preguntarse ¿por qué ahora y no antes? Sí. Pero lo que no puede admitirse es que por disciplina “se justifique” o se deje pasar una agresión física o psicológica. Es probable que algunas culturas asiáticas aprueben estas ‘prácticas’, en el equivocado entendimiento de que deben ser parte del aprendizaje, pero aquí, aunque algunos peruanos no lo admitan, golpear incluso a sus hijos es un delito. Gladys no parece ser una chica mimada. Es la última de nueve hermanos cuya madre, Marcelina, crio entre muchas carencias materiales, pero, a decir de ambas, en abundancia de cariño. Ella creció cuidando sus animalitos en un pueblito de Junín, y comenzó sus entrenamientos corriendo para llegar de su casa a su escuela que, como ocurre con muchos pobladores de la sierra de Perú, quedaba lejos. Lo que tengo claro, evidentemente, es que una investigación a fondo es indispensable, que tras la denuncia de Gladys resulta imposible que se recomponga la unidad del grupo con Kim a la cabeza, por lo que sería saludable una separación. Creo en la disciplina, en la presión para competencias de alto nivel, pero no creo que el golpe sea el camino para ‘extraer’ lo mejor de las personas. Con el miedo se impone, con el respeto se lidera.
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