22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

Carolina Trivelli,Sumas y restas
Economista

Dos jóvenes interesados en la política, en hacer política, en hacerse políticos, se preguntan qué deben o qué pueden aprender de la experiencia de políticos experimentados que dedicaron buena parte de sus vidas a hacer política. Para responderse, entrevistan a siete políticos –todos hombres– que vienen de tendencias e historias muy distintas. Cualquier tiempo pasado, de Monard y Rincón (2014), recoge esas siete entrevistas y propone una cruda y a la vez refrescante mirada de lo que es hacer política y ser un político en nuestro país.

Si bien está la voz de los autores, se siente sobre todo la voz de los entrevistados, voz expuesta desde una mirada íntima, desde su experiencia como políticos profesionales. El político profesional en cada entrevista destaca la importancia de la vida partidaria, de la ideología y del compromiso con un determinado conjunto de principios y objetivos. Los entrevistados resaltan la política como estrategia de vida y con ello la exigencia de mirar sus acciones en plazos largos, donde los puestos y los encargos son pasajeros, donde lo que importa es que sus ideas ganen terreno. Los puestos que ocuparon los entrevistados fueron resultado de su actuación política y fueron oportunidades para desplegar su acción política, pero no hicieron política porque llegaron a un puesto determinado. Todos hablan de los sacrificios hechos en nombre de la política. Sorprende que todos señalen que no fueron ambiciosos, que no pensaron en ser presidentes. Hay en las entrevistas una suerte de pudor o excesiva humildad, que parece poco realista en quienes hacen de la política una forma de vida. Vale la pena leer el libro.

Las historias de estos siete políticos, Alva Orlandini, Blanco, Morales Bermúdez, Osterling, Pease, Valle Riestra y Vargas Haya, contrastan con lo que vemos hoy en la política, donde parecen ser pocos los políticos profesionales, y donde más bien abundan los políticos circunstanciales, casuales, que no transmiten ideales ni principios, que son políticos mientras tienen un cargo, que no valoran la vida partidaria, que cambian de bancada cuando quieren, que actúan solo para el corto plazo, que no hacen los sacrificios que exige ser consecuentes y activos con su vida política y que, más bien, se sirven de la política.

Las entrevistas nos hacen preguntarnos si hay espacio hoy para políticos profesionales (creo que sí, ¡y para políticas profesionales también!). Pero a la vez nos obligan a reconocer la contradicción de añorar políticos profesionales en un contexto donde se hace menos política cada vez, donde la tecnocracia reemplaza a la política en vez de servirla.


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