La bestialidad de invadir subrepticiamente las Líneas de Nasca hizo que Greenpeace pasara de ser una institución ambientalista respetada, a una banda de delincuentes miserables. A ese respecto, ¡qué débil la respuesta de nuestras autoridades! Más aún, ¿cómo interpretar el silencio indolente de los conferencistas de la COP20? Es evidente que para algunos ambientalistas existe la doble vara: una blandengue y tolerante para instituciones como Greenpeace, y otra firme y sancionadora para el público en general. Efectivamente, el daño causado al fabuloso Colibrí de Nasca constituye un gravísimo delito y una ofensa de la más baja estofa. ¿Dónde habrían terminado unos jóvenes mataperros que hubieran hecho lo que hizo Greenpeace aquella noche infausta? Ciertamente –y en buena hora–en la cárcel. Pero no, Greenpeace hirió a nuestro Colibrí, y para ellos no hay sanción.
Si te interesó lo que acabas de leer, recuerda que puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.