Comienza el año y se suele mirar con optimismo lo que viene. Todos queremos que este año sea mejor, que el Perú siga creciendo, que haya empleo, que se siga reduciendo la pobreza, que avancemos hacia un país más justo, que cuidemos el ambiente y que todos los niños y niñas tengan una vida plena. En los buenos deseos estamos todos de acuerdo.
Para que estos deseos se cumplan, necesitamos un Estado y unas reglas de convivencia que funcionen, un marco que genere procesos sostenidos de desarrollo y buen gobierno.
Por ello, desalienta que comience el 2017 con poco o ningún avance en las reformas institucionales. Sabiendo que sin ellas todo avance será parcial, reversible y de corto plazo, y que seguiremos reproduciendo los problemas una y otra vez, parece que otra vez esta será una urgencia que lamentaremos no haber atendido hoy, ayer en realidad.
¿Cuáles son las reformas que urgen? Varias, pero dos deberían liderar el esfuerzo. La reforma electoral que ya se juega los descuentos, pues el año que viene tenemos elecciones otra vez; y el conjunto de cambios institucionales que permita, en serio, enfrentar la corrupción.
Ideas y propuestas hay. La Comisión de Integridad, creada por el Ejecutivo, entregó 100 recomendaciones. La Asociación Civil Transparencia ha presentado 32 propuestas de reforma institucional y ha recolectado más de 50 mil firmas de ciudadanos que pedimos que se avance en ellas.
Diversos especialistas en reforma política y electoral han presentado y debatido propuestas. A pesar de la urgencia, de tener propuestas y respaldo para ellas, quienes tienen que decidir y actuar parecen estar en otros asuntos.
Que el 2017 sea, en efecto, mejor que el 2016, que veamos cambios positivos, y que ojalá me equivoque y la (urgente) reforma institucional no quede en la ruma de los asuntos desatendidos.
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