La reducción en la pobreza monetaria en la última década ha sido un gran logro para el Perú. Hemos pasado de más del 55% de los hogares peruanos en situación de pobreza en 2005 a 22% en 2015. Esta reducción, tan reconocida mundialmente, no es solo importante por su magnitud, sino porque también ha traído cambios para varios colectivos.
Los hogares con una lengua materna distinta del castellano han visto el cambio. Pasaron de tasas de pobreza de 65% en 2007 a 33% en 2015, y si bien siguen teniendo mayor incidencia de pobreza –respecto a los hogares con castellano como lengua materna–, sus tasas de pobreza están bajando rápido y su situación, sobre todo en el ámbito rural, está convergiendo con la de sus pares no indígenas.
En la zona rural, donde se mantienen los mayores niveles de pobreza, estos son similares para los hogares indígenas y no indígenas, 45% y 44%, respectivamente.
Por el contrario, en el ámbito urbano, donde vive algo más de la mitad de los hogares con lengua materna distinta del castellano, estos enfrentan mayores niveles de pobreza que los hogares con castellano como lengua materna. En 2015, en lo urbano, el 21% de los hogares con ascendencia indígena estaban en situación de pobreza, frente al 13% de hogares no indígenas.
La persistente brecha de pobreza entre hogares indígenas (de acuerdo a su lengua materna) y no indígenas en lo urbano obliga a incluir lo étnico en la discusión sobre cómo enfrentar la pobreza urbana. La focalización de las intervenciones que se implementen en las ciudades debe asegurar que se llegue, por supuesto, a los hogares más pobres, pero también que se atienda preferentemente a los hogares urbanos con ascendencia indígena, para contribuir así a cerrar las (persistentes) brechas entre los peruanos con y sin ascendencia indígena.
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