La región Apurímac lidera el crecimiento gracias al inicio de operaciones de una importante mina. Su PBI se ha multiplicado por 2.6 gracias a la actividad minera, que, de acuerdo a cifras del Instituto Peruano de Economía, ha permitido que el sector servicios crezca en 14%; el sector transporte y almacenamiento, en más de 30%; y el empleo en la capital de la región, en 13%.
El crecimiento de Apurímac ha estado acompañado por una importante mejora en indicadores sociales, por su crecimiento y por la presencia de acciones previas. La pobreza bajó de 72% en el 2009 a 39% en el 2015. Si bien Apurímac sigue siendo una región con enormes brechas sociales, su situación ha mejorado.
Esta combinación de crecimiento y reducción de pobreza abre una oportunidad: ¿qué tal si hacemos todo bien en Apurímac? Por qué no aprovechamos al máximo la situación y mostramos que sí podemos invertir bien los beneficios del crecimiento –incluso aquellos derivados de industrias extractivas— y hacemos políticas de inclusión coordinadas y aseguramos así que la población de Apurímac tenga un futuro prometedor, sobre todo su población más pobre, su porción rural.
Apurímac tiene una oportunidad y aprovecharla es el desafío. ¿Tenemos un buen plan? ¿Ejecutores preparados? ¿Una estrategia clara para combatir frontalmente a la corrupción y a las economías ilegales que ya están en Apurímac? ¿Estos planes incluyen una estrategia de desarrollo rural y de pequeña agricultura –papera sobre todo–? Ojalá que sí.
Se trata de una enorme oportunidad, y por ello una gran responsabilidad para el Gobierno nacional, pero sobre todo para el liderazgo regional y local. Exijamos que se logre el desarrollo y la inclusión para esta región y no permitamos que esta oportunidad, como otras ya conocidas, se reduzca a atender intereses personales y empresariales o que se vaya en escándalos y corrupción.
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