22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

En la política se ha pasado de la más feroz guerra verbal a un inusitado peace and love. No es malo, aunque no creo que se deba a un acto de contrición. Del lado del premier, su súbita conversión se debe a que necesita la confianza del Congreso. Sus encarnizados adversarios siguen el juego, conscientes del hartazgo de la mayoría ante tanta confrontación. Mientras eso sucede arriba, ha emergido de los de-sagües algo muy serio, que nos ilustra nuevamente sobre nexos entre políticos y crimen organizado.

Hace días un lujoso Porsche fue atacado despiadadamente por sicarios, lo cual dejó en mal estado a sus ocupantes. El dueño del vehículo, el ahora prófugo Gerald Oropeza, es militante aprista (como lo fue su padre hasta morir asesinado en el 2011) y la Policía lo investiga por narcotráfico.

Hasta ahí podría ser mala suerte del Apra, en el sentido de que uno de los suyos haya sacado los pies del plato. Sin embargo, están también los vínculos de este personaje con el hoy preso Facundo Chinguel (la Fiscalía ha pedido 17 años). Chinguel, también aprista, alguna vez fue abogado de Alan García y luego presidente de la comisión de indultos, justamente aquella desde la cual se gestaron los famosos ‘narcoindultos’. Además, es muy cercano a los Oropeza. Ha sido abogado del prófugo y, en 2011, “compró” las empresas de la familia para luego revendérselas en 2013. ¿Es Gerald un testaferro de Chinguel?, se pregunta el diario La República.

No solo el gobierno aprista queda muy mal parado, también este. Resulta que la suntuosa residencia en la que vivía Oropeza fue incautada a Crousillat. ¿Cómo así una vivienda confiscada a un delincuente termina en manos de este individuo?

Para Sonia Medina, la experimentada procuradora en casos de narcotráfico, “como Gerald Oropeza hay miles en Perú”.


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