Más de lo que usted supone. Ambos ya calientan nuestras costas y pueden llegar a grado fuerte o extraordinario en el verano del 2016, justo en el momento estelar de la campaña electoral. Ninguno depende de nosotros y, cada uno a su manera, pueden tener efectos tremendos.
El fenómeno de El Niño no ha coincidido hasta ahora con un año electoral. Ahora puede darse que los candidatos tengan como escenario a una Lima con temperaturas llegando a 36°, a la sierra sur y centro con sequías devastadoras y al norte con lluvias e inundaciones destruyendo viviendas, cultivos y carreteras.
Como no hay parámetros para comparar, no tengo idea de lo que puede significar, pero creo que afectará de manera inesperada el proceso electoral y quizá hasta sus resultados.
Lava Jato, la extraordinaria investigación en Brasil para limpiar la política de la corrupción de algunas grandes empresas (públicas y privadas), tiene ondas expansivas que llegan al Perú y pueden haber involucrado varios gobiernos nacionales, dos gobiernos municipales en Lima y múltiples gobiernos regionales. Hasta ahora hay indicios de cómo fue la “pequeña” corrupción, es decir, de algunos millones de dólares que se repartieron a operadores.
Pero los investigadores brasileños, gracias a la colaboración eficaz de algunos de los involucrados, parecen tener pistas de la “plata grande”, de la que ha ido a paraísos fiscales, y quizá puedan descubrir quiénes recibieron coimas millonarias para entregar obras a empresas brasileñas.
Ello también podría coincidir muy bien con la campaña electoral del 2016 y producir un cataclismo político de grandes proporciones.
Deseo fervientemente que el fenómeno de El Niño sea moderado, pero no me preocuparía por un Lava Jato con fuerza extraordinaria. Limpiar la política no es solo un imperativo ético, sino que se está convirtiendo en requisito para tener futuro.
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