Vi con atención Panorama y estoy leyendo lo que va publicando Perú21. Hasta donde percibo, la posibilidad de que esas agendas hayan sido falsificadas es muy baja. Además de la consistencia de los escritos con la realidad, hay dos peritajes coincidentes en el resultado: el mismo puño gráfico y, al menos en el examen italiano, la letra sería de Heredia.
Ella ha optado por un camino tortuoso. Después de negar a Rosa María Palacios que haya perdido libreta alguna, sostiene ahora que ha sido víctima de un robo y que va a denunciar a los autores, a la vez que dice que las libretas exhibidas son falsas.
De ser cierta su última versión, tendría la sartén por el mango y podría freír a los denunciantes y, de paso, quitar credibilidad a todas las denuncias contra ella. Bastaría con hacer peritajes que corroboren lo dicho. Pero ha optado por el camino contrario y seguramente busca subterfugios legales para invalidar estos documentos. En esto se ha vuelto discípula esmerada de Alan García, quien, en más de una oportunidad, ha eludido la justicia por esa vía.
Algunos nacionalistas han salido en su defensa. Su mensaje: los apristas y fujimoristas son peores que nosotros. Los fujimoristas “robaron más” y los apristas filtraron las agendas. Con esto intentan tapar otras denuncias de corrupción que los afectan. El mensajero, Álvaro Gutiérrez (a quien Ollanta Humala llevó al Congreso), es impresentable. Asumamos que todo eso es cierto. ¿Y? ¿En qué cambiaría los hechos? Que la política esté podrida de raíz no las haría falsas per se; podrían ser, más bien, insumo adicional para el mal olor que esta emana.
Si es que las agendas son falsas, la estrategia de defensa es suicida. Si es que son verdaderas, como muchos creemos, es la única vía que les queda.
Que te conozco, bacalao, / aunque vengas disfrazado…/ Aquí me huele a pescao, bacalao, / apesta oguarmao, bacalao. / Aquí me huele a pescao.
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