Es verdad que nadie nunca creyó que fuese un estadista. Fue el candidato de la oposición democrática que los fujimoristas no tuvieron tiempo de demoler vía la prensa chicha controlada por Montesinos. Primero Andrade y luego Castañeda encabezaron esas preferencias y los hicieron puré. Con Toledo les faltó tiempo.
Es verdad que, desde muy al inicio, supimos de sus limitaciones personales. Engolado hasta el límite de la impostura, desordenado, impuntual y negándose a reconocer por años a una hija suya. Aun así, parecía que sus serias fallas personales y las pillerías de algunos de sus familiares no llegarían a mayores.
Pero, años después, llegó Ecoteva y la multiplicidad de versiones contradictorias con las que trató de justificar los millones de dólares con los que compró mansión, oficina de lujo y pagó la hipoteca de la casa de Punta Sal. La más reciente: que el dinero le pertenecía a su amigo Josef Maiman, quien había decidido hacer negocios con la anciana suegra de Toledo. Dadas las calamitosas finanzas de Maiman en Israel, es totalmente inverosímil que haya podido dispendiar US$20 millones en algo tan distante y descabellado. Entre tanto, ya se difundió el apellido “Toledo” escrito en una nota del caso Lava Jato. Los jueces verán.
Ahora lanza “propuestas” en seguridad ciudadana. Habiendo trabajado durante su gobierno en la reforma de la Policía y nuevas políticas de seguridad (que, por cierto, se frustraron por su culpa), me avergüenza que ahora proponga, con demagogia superlativa, que la solución son Fuerzas Armadas, estado de emergencia, retorno al servicio militar obligatorio y cadena perpetua (¿se olvidó de la pena de muerte? ¡No! Otros vendedores de cebo de culebra se le anticiparon). Toledo cree que puede renacer manipulando miedos de la población. Espero que incluso quienes piensan, erradamente, que por ahí hay un camino se den cuenta de la burda forma en que los usan.
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