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"Brasil sabe quedar bien con Dios y con el diablo"

“Con la victoria de Dilma Rousseff, Brasil mantendrá sus inversiones en Perú, pero no creo que abra mucho su mercado interno, pues protege mucho su industria. En lo político tampoco vislumbro mayores cambios”.

Foto: Perú21.
Foto: Perú21.

Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com

Dilma Rousseff ha sido reelegida en Brasil y Tabaré Vázquez, aunque no ganó en primera vuelta, parece que llegará otra vez a la presidencia de Uruguay. Para analizar lo sucedido buscamos a Ariel Segal, columnista de Perú21.

Ganó Dilma Rousseff y la Bolsa de Sao Paulo se desplomó…
Ganó, pero por muy poco porcentaje, lo que confirma que el Partido de los Trabajadores (el partido de Rousseff y Lula), aun ganando, ha perdido, pues su popularidad, prestigio y credibilidad han caído. Hoy en Brasil hay un gran descontento social, hay polarización; en términos reales, Brasil está dividido en dos. Esto sucede cuando un partido permanece mucho tiempo en el poder: la gente se va cansando y la corrupción avanza, copa todos los niveles. En Brasil hay corrupción en el Estado y en el sector privado, y mucha de ella se hizo más evidente por las multimillonarias inversiones hechas para el Mundial de Fútbol.

Pero los empresarios apostaron por Aécio Neves…
Así es, porque ellos desean cambios en la política económica, una mayor apertura. Esto, sin duda, ha influido en la caída de la bolsa. Ahora, la política económica es por todos conocida, así que los sobresaltos de la bolsa pasarán en los próximos días.

¿Rousseff creó un sistema de clientelaje?
Es una mezcla. Lula y Rousseff lograron varias conquistas sociales. Eso no se puede negar. Sin embargo, con el paso del tiempo, la gente quiere más porque se le promete más y, como no se le cumple, deja de apoyar al gobierno. También es verdad que, después de 15 años en el poder, el Partido de los Trabajadores ha creado una cultura de clientelaje, sobre todo para los trabajadores estatales, pero de una manera más sutil, no tan abrupta, como pasa en Venezuela o Nicaragua.

¿Al elector latinoamericano no le importa que sus políticos sean corruptos?
Es una pregunta muy difícil. En el caso de Brasil, primero, que Rousseff haya ganado por solo dos puntos demuestra que el tema de la corrupción sí la afectó. Segundo, ella supo desmarcarse, al menos en gestos, de la corrupción: cuando algún ministro o funcionario era descubierto, era inmediatamente separado del Gobierno. Así, Dilma decía que la corrupción era crónica, estaba en su partido, pero no llegaba a ella y hasta la combatía. Tercero, quienes manejaron su campaña, sus marqueteros políticos –que son los que trabajan con Luis Favre– son muy hábiles: no solo lograron que ganara las elecciones, sino que liquidaron a Marina Silva en solo diez días, quien se perfilaba como su principal rival. Es decir, Rousseff ganó, entre otras cosas, por el sistema de clientelaje que ha establecido su partido, porque el Partido de los Trabajadores maneja más dinero que sus rivales e hizo una campaña más costosa, porque trabajó muy bien el márketing político y porque es innegable que ha habido mejoras para algunos sectores de la población. Su victoria ajustada no me sorprendió, me habría sorprendido si su ventaja hubiera sido de ocho o diez puntos.

Muchos analistas sostienen que Rousseff no ha hecho un buen gobierno, que Brasil crece solo al 1.6% por año…
Hay que agregarle el ‘factor Lula’. La gente lo recuerda con cariño y este, a pesar de algunas discrepancias –cierta independencia, lanzar su candidatura a la reelección–, supo respaldar a Rousseff, supo estar a su lado para recordarle a la gente que ella era su candidata.

Con respecto al Perú, ¿todo se mantendrá igual con nuestro país?
No avizoro mayores cambios. Brasil mantendrá sus inversiones en Perú, pero no creo que abra mucho su mercado interno, pues protege mucho su industria. En lo político, tampoco vislumbro mayores cambios. Dudo que Brasil quiera meterse en la Alianza del Pacífico, pues prefiere estar en las ‘grandes ligas’, negociar directamente con la Unión Europea, etcétera. Y en geopolítica, ha sabido cuidarse: en las crisis latinoamericanas –Venezuela, por ejemplo– no se involucra del todo, participa, pero no lidera, quiere quedar bien con Dios y con el diablo. Brasil se ve más como una potencia económica y no tanto como una potencia política.

Pasemos a Uruguay. Vázquez y Lacalle irán a una segunda vuelta, pero allí todo indica que ganará Vázquez…
Los resultados no me sorprendieron. Vázquez hizo un buen gobierno, fue muy querido por la gente, no hubo mayores escándalos durante su mandato y dejó el poder con una altísima votación. Luego vino Mujica, quien, en términos generales, ha hecho un buen gobierno. Vázquez y Mujica son del Frente Amplio, un grupo de izquierda que no ha cambiado el modelo económico instaurado por la centroderecha. Es un partido moderado, progresista, maduro, que ha sabido adaptarse a los tiempos actuales. Mujica es popular, pero, curiosamente, Vázquez lo es más. Igual, la figura de Lacalle es importante: es joven, es carismático y quizás su presencia e influencia crezcan en los próximos años.

Curiosamente, la discusión no se centró en lo económico, sino en temas como el aborto, el consumo libre de marihuana, el matrimonio homosexual…
Uruguay fue la Suiza de América Latina: fue el primero en darle voto a la mujer, en reducir las horas de trabajo a ocho, etc. Sus avances ciudadanos se paralizaron por la dictadura que vivió, pero, recuperada la democracia, ha vuelto a su senda libertaria.

AUTOFICHA

- “La irrupción de la mafia en la política no solo es un problema mexicano: lo sufren varias democracias en el mundo. En el Perú vemos cómo el narcotráfico se ha infiltrado en ella. Es más, la discusión es si llegaremos a ese nivel, porque México empezó como nosotros”.

- “Los estados mexicanos del norte prácticamente están en manos de la mafia. Hay ciudades donde el narcotráfico manda, y lo visto con la desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa es que el problema se ha vuelto crónico, difícil, complejo”.

- “La solución no debe ser solo militar o policial, sino política, y en ella debe intervenir EE.UU. Peña Nieto parece más un presidente preocupado por lo económico, pero sin muchas luces para manejar crisis políticas. México es federal, quizás necesite reorganizarse”.


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