Madre de Dios debería llamarse Madre del Diablo. Las últimas noticias sobre el grado de contaminación en esta región y sobre el nivel de mercurio en la sangre de las personas han llamado la atención de la ciudadanía. Lo peor es que la situación de Madre de Dios no queda ahí. Según el Índice de Progreso Social Regional del Perú, esta región se encuentra entre los últimos lugares en cuanto a niveles de calidad de vida. Madre de Dios no solo tiene serios problemas de cobertura de servicios básicos, sino que la brecha entre lo urbano y rural es bastante alta.
El problema no es solo la falta de acceso a agua potable, sino la calidad de la misma. Esto hace que esta región tenga los más altos índices de enfermedades diarreicas agudas en niños, lo que hace que sea difícil combatir la desnutrición y anemia. Esto, a su vez, hace que el rendimiento escolar sea de los más bajos.
La minería ilegal no solo está acabando con la biodiversidad de la zona, sino que está generando una dinámica social en donde la prostitución adolescente, el consumo de drogas dañinas, la corrupción y los homicidios se han vuelto situaciones cotidianas.
Madre de Dios no está tratando sus aguas residuales y no está reforestándose como debería. Una de cada 4 adolescentes está embarazada o ya lo ha estado alguna vez. En el caso de mujeres adultas, 3 de cada 4 declaran haber sido víctimas de violencia sexual, física o psicológica de su propia pareja.
Lo peor es que Madre de Dios no es la única en esta situación. Loreto y Ucayali tienen resultados similares o peores. Urge una política de Estado específica para la Amazonía, que pueda abarcar la problemática según su propio contexto, con una lógica multidimensional y que sepa elevar el nivel de bienestar social de la manera más rápida posible. La Amazonía está en emergencia, lo ha estado siempre. Acabemos con el olvido.
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