Carlos Viguria
@cviguria
Desde el ataque a la AMIA en Buenos Aires por Hezbollah, el 18 de julio de 1994, y los atentados contra EE.UU. perpetrados por Al Qaeda el 11 de setiembre de 2001, el terrorismo adquirió una especial relevancia internacional. La humanidad enfrenta a un agresor que basa su actuar en una interpretación radical del islam y el odio contra quienes no la comparten.
Con la aparición de otros grupos extremistas como el Estado Islámico (EI) y Boko Haram, en los últimos años el mundo no ha dejado de presenciar sangrientos atentados.
En el caso del EI, se han reportado ataques y amenazas en varios países de Europa, Asia, África y América. Boko Haram, el grupo detrás del secuestro de más de 200 escolares del pueblo de Chibok, tiene su centro de operaciones en Nigeria, pero sus ataques se han desbordado también a la frontera con Níger.
En menor grado, se ha dejado sentir la presencia de otros grupos terroristas, como Al Shabab y Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM), que han perpetrado ataques principalmente en Medio Oriente.
UN ENEMIGO OCULTO
Un factor característico del terrorismo islámico de estos tiempos son los llamados lobos solitarios. Europa y Estados Unidos, principalmente, se han convertido en blanco de ellos. Son personas que, sin tener una vinculación directa con algún grupo terrorista, manifiestan unilateralmente su apoyo y ejecutan ataques.
Sin embargo, últimamente, el EI ha recibido duros golpes a su economía, a través de bombardeos de EE.UU. y sus aliados, iniciados en octubre de 2015, contra sus pozos petroleros (la venta del crudo en el mercado ilegal era su fuente principal de ingresos). Hoy, se debe solventar con la venta de antigüedades, donaciones, secuestros y extorsiones.
América Latina no se encuentra ajena a esta alerta internacional. Días antes de la celebración de las Olimpiadas de Río de Janeiro, diez personas fueron detenidas bajo la sospecha de tener vínculos con el EI. El mundo no está libre de la amenaza yihadista. En cualquier momento y en cualquier lugar, puede azotar con su violencia extrema.
TENGA EN CUENTA
- Alemania abrió, en el primer semestre del año, cerca de 800 procesos de investigación contra presuntos islamistas.
- En Canadá, el viernes último tres fueron condenados a prisión tras declararse culpables de conspirar para actos terroristas en nombre del EI.
ANÁLISIS
Gabriel Ben Tasgal: Contra los valores de Occidente
Analista argentino
Los grupos islamistas en el mundo no persiguen objetivos materiales. Tierras, petróleo o agua son medios para imponer su visión religiosa de la realidad. El objetivo del palestino Hamás, los sunitas del Estado Islámico, Al Qaeda, Boko Haram, Yihad Islámica o del chiita Hezbollah es imponer la ley ortodoxa islámica (shaarya) sobre todo el mundo, ya sea por medio de la acción social (dawa) o por la fuerza física (yihad).
Combaten contra los valores de la modernidad, sintiéndose ofendidos por las agresiones “culturales occidentales” a su estilo de vida “superior”. El agresor es el dhimmi, ya sea cristiano o judío, que comenzó a ofenderlos en 1099, con las primeras cruzadas.
En América del Sur, el fundamentalismo chiita se mueve intensivamente para aumentar su influencia. La potencia chiita, Irán, utiliza a Venezuela como punta de lanza para su campaña proselitista en la región, encontrando en Bolivia otra fuente de apoyo radical. La penetración chiita se lleva a cabo a través de tres vías: dawa, con apertura de centros comunitarios religiosos-sociales como los registrados también en Perú; a través de su medio de comunicación Hispan TV, y detectando políticos o referentes de extrema izquierda que se transforman en sus voceros nacionales.
El extremismo sunita (EI) centra sus actividades terroristas en Europa. Los países occidentales buscan caminos para hacer frente a este tipo de proceder. Por el momento, con un éxito limitado.
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