La renuncia histórica del Papa Benedicto XVI y su anunciado retiro del mundo en un convento en los jardines del Vaticano representa una inédita “convivencia” entre dos pontífices en la historia reciente de la Iglesia Católica.
Cuando el 28 de febrero Benedicto XVI deje el trono de Pedro y se traslade como Joseph Ratzinger a la residencia veraniega de los Papas a Castel Gandolfo, a 30 kilómetros de Roma, donde permanecerá unos dos meses, inicia una fase delicada, que genera muchos interrogantes, sobre la relación que se establezca entre los dos líderes religiosos.
“Es algo que no ha sido digerido por todo el mundo. Un cardenal lo lamentó abiertamente durante una conversación”, confesó un prelado romano a la agencia AFP, quien quiso mantener el anonimato, como piden la mayoría de los religiosos.
Las autoridades del Vaticano están remodelando un antiguo monasterio sobre las colinas del Vaticano, con vistas a la cúpula de la Basílica de San Pedro y a los techos de la Ciudad Eterna, como residencia permanente para el Papa que renunció, donde se espera que se traslade en mayo próximo.
¿Será accesible cuando salga a pasear por los jardines? ¿Contará con un servicio de seguridad como antes? ¿Podrá pronunciarse sobre asuntos teológicos?, son algunos de los interrogantes que suscita el caso entre numerosos católicos.
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, explicó que Benedicto XVI se dedicará a la oración y al estudio, y no intervendrá en la labor de su sucesor.
Incluso Benedicto XVI, conversando con un grupo de sacerdotes después de su histórica renuncia, anunció que se “ocultará del mundo”.
El vaticanista italiano Marco Politi está convencido de que el Papa alemán, que cumplirá en abril 86 años, conducirá una vida “ascética”, mística.* “Es una persona de por sí reservada*, así que se alejará del mundo. Le conviene tener una vida monacal, ser un ermitaño”, aseguró.
Benedicto XVI, que pasó 20 años dentro del Vaticano cuando era el poderoso cardenal Jospeh Ratzinger bajo el papado de Juan Pablo II, “fue siempre una persona que estaba por encima de las redes internas”, subrayó Politi.
Para el vaticanista, Ratzinger “se va instalar dos meses en Castel Gandolfo, lo que demuestra que no va a participar en el Cónclave ni en las primeras semanas del papado de su sucesor para que asuma con tranquilidad”, comentó.
Para otro experto en asuntos del Vaticano, Bruno Bartoloni, que ha seguido nada menos que seis pontificados, el “ex-Papa”, evitará relacionarse con las altas esferas de la Curia Romana.
Bartoloni, autor de varios libros y novelas sobre el tema, recuerda que Pablo VI, un intelectual lleno de dudas, que reinó de 1963 a 1978, debatió con tres teólogos sobre la posibilidad de que un Papa renuncie.
“Reconoció que el derecho canónico lo consiente, pero lamentaba el estorbo que generaría al sucesor”, rememoró.
“Todo depende de la personalidad del sucesor de Benedicto XVI. Si quiere ser el Papa del cambio, que quiere por ejemplo autorizar la comunión a los divorciados”, estimó Bartoloni.
Al parecer el Papa alemán, que ha pasado buena parte de su vida en Roma, descartó trasladarse a su país de nacimiento para su retiro. “Estaría acechado por la prensa de su país”, sostuvo Politi.
Algunos expertos, entre ellos el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, no descartan que decida sucesivamente abandonar el monasterio vaticano.
La convivencia con otro Papa dentro del Estado más pequeño del mundo, de solo 44 hectáreas, tiene de todos modos un notable peso psicológico.
“Vivirá en comunión espiritual con su sucesor”, explicó Lombardi, quien excluyó tajantemente que Benedicto XVI quiera participar en el gobierno de la Iglesia.
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