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Opinión

El optimismo peruano era el mejor antídoto frente al veneno de la crisis capitalista y ¡zas! se lo bajan desde el saque y con media vuelta.

Mauricio Mulder,Pido la palabra
Congresista

El Perú tiene un capitán de barco que cuando ve a lo lejos una tormenta, en lugar de prepararse, de pertrecharse, de fortalecer amarras, de asegurar que su tripulación enfrente con serenidad y aplomo lo que pueda venir, dramatiza sobre lo que se le viene y decreta una suerte de sálvese quien pueda a la una de Dios.

La crisis internacional no es, ni por asomo, parecida a la del año 2009. Esta es una crisis de ajuste que muchos aseguran se revertirá el próximo año. Hay crisis, pero no hay detracción ni menos recesión. Los grandes bancos siguen marcando las pautas de un Deutsche Bank sólido que sostiene sobre sus hombros a casi todo Europa, y hay mercado de capitales en búsqueda casi desesperada de lugares apacibles donde asegurar colocaciones.

Pocos lugares en el mundo tienen las condiciones para recibir inversiones, y entre ellos se encuentra el Perú. Compitiendo con Chile, Sudáfrica, Brasil, Rusia y otras potencias medianas, nuestra economía goza del prestigio de su crecimiento en democracia, dos elementos poco comunes hoy en día. Jim Yo Kim, presidente del Banco Mundial, dijo hace sólo un par de semanas aquí en nuestro país: “Hay un optimismo muy grande sobre el Perú”. Se trata de una declaración que, por ella misma, abre muchas puertas y convence a muchos bolsillos, y que ya quisieran muchos países que se diga con respecto a ellos.

Y quizá cuando algunos inversionistas, basados en la declaración de Kim, estaban alistando maletas para venir al Perú, aparece nada menos que su presidente, echándoles un baldazo de agua helada: “El mundo vive una crisis tremenda, y esa crisis (la tremenda) está en el Perú” (sic). Una semana antes había dicho que estaba buscando que Europa no nos pidiera visas, “para que nuestros jóvenes puedan ir a trabajar allá”. Escucharon esa declaración en Bruselas y rápidamente desmintieron cualquier cambio de status. En España sobra chamba, y en el Perú no la hay. ¡Bravo, señor presidente del Perú! Siga así, ahuyentando capitales y personas. ¡Fuera todos!

Es una inmensa irresponsabilidad. Desconocen Humala y su primer ministro, que si bien no se puede mentir ni fantasear, informar que la “tremenda crisis” está en el Perú sólo la profundizará, máxime si desde hace dos años el motor económico es el consumo interno. El optimismo peruano era el mejor antídoto frente al veneno de la crisis capitalista y ¡zas! se lo bajan desde el saque y con media vuelta.

Han bajado los precios de los minerales, pero también la producción minera. Y este factor es de exclusiva responsabilidad del Gobierno que ha paralizado, por falta de decisión o por ideologismo pseudo comunista, los más grandes proyectos mineros en carpeta. El Gobierno ya había sufrido la aplastante derrota frente a un simple presidente regional cuando Humala dijo: “Conga va”, y Conga nunca fue.

Una lástima. El Gobierno pregona derrotismo porque de esa manera ya tiene el argumento para echarle la culpa de sus incapacidades al escenario internacional. A sabiendas que indefectiblemente serán cifras malas o mediocres, dirán que fue culpa de la “crisis tremenda” que nos azota. Ya lo están diciendo. La inflación y la disminución sistemática de los indicadores sociales se deben exclusivamente a la baja del oro y la plata. Lo demás no cuenta. La participación de sus gobernadores en las marchas antimineras, las leyes expropiadoras en materia previsional, universitaria y petrolera, la crispación y persecución política contra la oposición, especialmente contra Alan García, las agresiones verbales de sus ministros, son también factor importante en el desaliento de inversiones y el cierre de empresas.

Y aunque tarde, se van dando cuenta de que necesitan calmar remolinos y dialogar más. Y necesitan también un nuevo premier. Es urgente. Debe buscarse a alguien que tenga el liderazgo y la trayectoria política. Alguien que tenga capacidad de convocatoria y el temple suficiente para exigir despachar con el presidente y no con la primera dama.

(*) Del Consejo de Ministros.


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