Juan José Garrido,La opinión del director
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Hace seis años el Estado argentino expropió a nueve millones de depositarios sus fondos privados de pensión, y no pasó nada. Fueron varios miles de millones que pasaron de manos privadas al erario del Gobierno Central, agravio al que hubo que sumar la intromisión –vía los asientos en los directorios– en la toma de decisiones de las empresas más importantes del país.
Esta semana, la presidenta chilena Michelle Bachelet formalizó su propuesta de reforma del Sistema Privado de Pensiones, una de sus promesas electorales. El proyecto propone la creación de una administradora estatal que compita con las AFP del sistema privado: a diferencia del Gobierno Argentino, la administración chilena capitalizará el desprestigio del sistema –creado por la izquierda– con el fin de conseguir, poco a poco, el trasvase voluntario del sistema privado al público. No solo conseguirá recursos, sino además un gran caudal de votos. Y, como en Argentina, terminará con el sistema de las AFP y, más que probable, no pasará nada.
En el Perú, según hemos escuchado, el gobierno planea algo similar. El rumor señala que se busca la creación de un sistema de administración de pensiones en manos del Estado (una suerte de ‘AFP estatal’), con cuentas personales (lo que establecería la diferencia con la ONP actual), en las cuales se abonarían parte de los recursos que hoy se destinan a las AFP. Del 10% que actualmente se dirige al sistema privado, un porcentaje iría a estas cuentas administradas por el Estado. Se crearían, en paralelo, subsidios entre los aportantes bajo el concepto de solidaridad: una parte se queda en la cuenta personal y otra iría a terceros beneficiados por el modelo.
El fondo de la idea no es distinto del planteamiento chileno (ni del argentino, aunque de otra manera): buscarían capturar parte de los S/.107,000 millones acumulados. ¿Las razones? Las de siempre: el gasto público crece a una velocidad mayor de lo que puede ser cubierto por los ingresos regulares, en mayor medida ahora que la economía (y los ingresos fiscales) languidecen. ¿Acá también no pasará nada?
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