Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com
Por la noche, como siempre ocurre, mis neuronas salieron de juerga aprovechando que yo dormía y por la mañana desperté obsesionado con la certeza –que se desprendía de lo leído el día anterior– sobre cuánta energía potencial abunda, cuánta solidaridad anda por el aire buscando encarnar una causa, cuánta generosidad a disposición del prójimo. Cuánta, además, convicción de que el ser humano es un ser inacabado con potencialidades que ni siquiera imagina. La voluntad de dar, de aprender, de crecer, de construir una sociedad más justa estaba presente en aquellos mensajes pidiendo información y, a su vez, informando sobre su visión de sí mismos y de sus responsabilidades. Me estimuló reforzar la certeza, inculcada por la neurobiología, que afirma que el cerebro humano está diseñado para la empatía y que esta siempre es posible si superamos la barrera de prejuicios y estereotipos que algunos modelos educativos y no pocos medios de comunicación siembran en nuestras mentes. Somos una especie y, como tal, nos debemos los unos a los otros, más allá de las diferencias étnicas, sociales, económicas, religiosas o de nacionalidad. Las diferencias, cuando hemos sido educados para respetarlas, enriquecen nuestro mundo y estimulan el trabajo de nuestro cerebro. Incluirse en otra cultura es descubrir una dimensión desconocida de uno mismo. En lo que nos es ajeno hay una posibilidad de crecimiento. Los Talleres Siglo XXI tendrán esa visión universalista orientada a respetar y proteger la vida en sus más diversas manifestaciones.
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