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Opinión

Edward Snowden será, si no lo es ya, un referente indispensable de la historia contemporánea. La superpotencia, cada vez más anémica de modales, ha entrado en un estado de histeria que, a menos que Snowden conozca el secreto de la ‘kriptonita’ que la paraliza, no tiene proporción alguna con las amenazas proferidas contra los países que ofrecen asilo y contra los propios principios de asilo consagrados por la ONU.

Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com

Es cierto que EE.UU. considera, en la práctica, que las normas del derecho internacional conciernen a todos menos a ellos y a Israel, pero reaccionar como lo está haciendo ya es de matón de barrio. Ojalá dicha conducta sirva para abrir las mentes todavía encandiladas por esta nación tan buena para señalar conductas y tan poco dispuesta a cumplirlas ella misma.

El viernes pasado, Amnistía Internacional se reunió, en el aeropuerto de Moscú, con Snowden. El director de su oficina en Moscú declaró: “Amnistía Internacional ha manifestado su apoyo a Edward Snowden. Seguiremos presionando a los gobiernos para garantizar que los derechos de este hombre se respeten, incluido su derecho irrebatible a pedir asilo donde él desee. Lo que Snowden ha revelado es de evidente interés público y, como denunciante, sus acciones estaban justificadas. Ha sacado a la luz amplios programas de vigilancia que interfieren de manera incuestionable con el derecho de las personas a la privacidad. Los Estados que intentan impedir que una persona revele ese tipo de conducta ilegal están burlando el derecho internacional. La libertad de expresión es un derecho fundamental”.

En lugar de abordar las infracciones, el Gobierno de EE.UU. persigue a Snowden y presiona a los gobiernos para que bloqueen sus esfuerzos por pedir asilo. Todo ello es deplorable.


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