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Opinión

Juan José Garrido,La opinión del director
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El primer problema que enfrentaba el proyecto de unión civil era la propuesta en sí: trataba de pasar ‘caleta’ lo que a todas luces era un matrimonio entre personas del mismo sexo. ¿Por qué no se actuó de forma más abierta, llamando las cosas por su nombre? Simple: para aumentar las posibilidades de pasar la prueba ácida en el Congreso. Y, buscando pasar ‘caleta’, mataron el espíritu de la norma.

Hace semanas, entrevistando a la congresista Verónica Mendoza, le pregunté por qué no llamaron a la propuesta “matrimonio” en lugar de ese rimbombante apelativo que decía algo y decía nada. La respuesta, política, gravitaba alrededor de la búsqueda de apoyo. El resultado ha sido el siguiente: ni apoyo ni nada rescatable para las personas que reclaman, con justicia, igualdad de derechos.

A fin de cuentas, empezó el debate en el Congreso y ya se vislumbra el resultado final: consensuarán un mamotreto que brinde facilidades legales y patrimoniales, lejos de lo que muchos peruanos esperábamos; léase, el reconocimiento de todos los derechos matrimoniales en caso de que un hombre o una mujer opte por unirse a una persona de su mismo sexo para formar una familia.

Lo de ayer, buscando sacarle la vuelta a la realidad, consigue finalmente enclaustrar a gays y lesbianas en el olvido jurídico. Dirán que ahora pueden abrir cuentas bancarias juntos(as), que podrán inscribir a su mascota en el kennel, y un rosario de beneficios, ninguno siquiera cercano a lo que en verdad buscan los interesados.

Podríamos hacer referencia a textos científicos y académicos, a la casuística internacional, a la realidad estadística de estas familias, y nada de ello sirve porque, a fin de cuentas, no hemos logrado interiorizar –menos aún convivir con– lo que implica una sociedad abierta, libre, de iguales en derechos y responsabilidades.

Mataron la unión civil. Pues, mejor; ello permitirá sincerar la agenda, afinar el verdadero y justo objetivo: el matrimonio de parejas homosexuales.


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