Juan José Garrido,La opinión del director
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Quien no puede –no debe– caer en semejante equivocación es el presidente Ollanta Humala. Es una verdad de Perogrullo que la tranquilidad política del gobierno en los fueros congresales tiene como base la alianza con Perú Posible. Se podría entender, por ello, la necesidad inicial de sostener la misma a pesar de un costo político y moral. Realpolitik que le dicen.
No obstante, cada día el caso adquiere mayores pruebas, reduciéndose la incertidumbre respecto a la participación del exmandatario. Entonces, el caso ya no sólo salpica, sino mancha todo a su alrededor.
Por eso, hace bien el presidente en desligarse del expresidente. El problema es que desmarcarse requiere de solo una acción; léase, no hay necesidad de hacerlo tres veces. En junio el mandatario descartó un “blindaje” (mientras su bancada petardeaba la investigación), y en setiembre volvió a asegurarnos que su bancada no protegería al exmandatario (cuando –una vez más– su grupo rechazaba las facultades requeridas por la comisión encargada). Entonces, cuando hoy nos vuelve a ofrecer neutralidad, suena más a cháchara que a una real intención de desligarse.
Esto daña la caracterización ética que la población se forma sobre el presidente, poniendo en riesgo la estabilidad política del país. El nacionalismo debe considerar rápidamente a otros aliados, ir mirando a las otras fuerzas políticas de la mesa directiva. Recordemos, finalmente, que restan poco menos de tres años de gobierno.
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