Alfonso Grados,Opina.21
agrados@intercorp.com.pe
Pudo haber festejado con un bailecito, tal como los ‘cracks’ de hoy nos tienen acostumbrados. Sin duda, la globalización del marketing futbolero y el excesivo exhibicionismo han trastrocado valores en los jugadores: hacen show para ser reconocidos, inclusive si ello ridiculiza su conquista.
He vivido ciclos rutilantes de nuestro balompié: atractivos torneos locales, destacadas Copas Libertadores, títulos en Copa América y más de una clasificación al Mundial. ¿Acaso los goleadores de esas añoradas épocas (‘Perico’, Cubillas, Gallardo, Sotil, Oblitas, Uribe, Navarro, La Rosa, ‘Cachito’, Percy Rojas) celebraban sus goles haciendo el ridículo? ¿Se quitaban la camiseta, bailaban o hacían piruetas risibles? ¿Buscaban las cámaras de televisión para gesticular y dedicarle el gol a su mamita?
Recordemos a Casaretto dando saltitos al encajarle dos goles a Brasil, al ‘Nene’ extendiendo sus brazos para compartir sus goles frente a Escocia o a Oblitas pidiendo calma para no perder sus lentes de contacto luego de anotarle a Argentina en Lima. Con esos logros, ¿alguien duda que ellos vivían con intensidad y pasión su profesión?
No todo tiempo pasado fue mejor, pero en la sublime celebración del gol (logro colectivo y no meramente individual), el ridículo crece a pasos agigantados.
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