Santiago Pedraglio,Opina.21
spedraglio@peru21.com
De hecho, detrás del NO hay un contingente de votantes bastante más proactivos que los del SÍ, que se han movido en un horizonte de crítica, negación y clientelismo.
Los copartícipes del NO han tenido que navegar a contracorriente y construir una mirada positiva del horizonte de la ciudad, en un Perú donde lo fácil es estar contra el alcalde, contra el presidente, contra los parlamentarios, contra los gobiernos regionales, contra el paisano, contra el vecino…
Por el contrario, los revocadores, incluidos los partidos, se han montado en una corriente crítica a las instituciones, urgida por respuestas de corto plazo no importa a qué costo (coimas y “la plata llega fácil” incluidas) y alentada por una arbitraria campaña basada en la caricatura.
El valor que une a los que respaldan el NO es la creación de institucionalidad y de un orden que rompa con lo informal y el caos en los espacios públicos, incluido el transporte. Y esta es, precisamente, una gran reforma. Rompe con el mito establecido de que es bueno dirigir el país con piloto automático, solo salvaguardando el crecimiento de la economía y de las inversiones.
Las fuerzas políticas que han sostenido al NO deberán estar preparados para cogobernar en la gestión municipal, gane o pierda esta opción, y trabajar para tener una candidatura municipal a finales del 2013 o cuando se cumpla el mandato de Susana Villarán. Esta debería ser la proyección de lo avanzado.
Incluso, por qué no, puede abrirse la posibilidad de cara al proceso electoral del 2016 para enfrentar a Alan García y a Keiko Fujimori, en campaña permanente, hoy aliados detrás del SÍ y soñando con una segunda vuelta “amarraditos los dos”.
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