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Opinión

Según Jeffrey St. Clair. “En 1942, médicos del ejército y de la armada de EE.UU. infectaron con malaria a 400 prisioneros en Chicago para obtener ‘un perfil de la enfermedad y desarrollar un tratamiento contra ella’.

Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com

La mayoría de los presos eran afroamericanos y ninguno fue informado sobre los riesgos que corría”.

Al finalizar la II Guerra Mundial, EE.UU. contrató al Dr. Shiro Ishii, jefe de la Unidad de Guerra Biológica del Japón. Ishii había empleado varios agentes químicos y biológicos contra tropas chinas y aliadas. También manejaba un centro de investigación donde se realizaban experimentos con armas biológicas usando a prisioneros de guerra chinos, rusos y estadounidenses. Ishii los infectó con tétano, les dio tomates tifoidea, infectó pulgas con plagas, inoculó la bacteria que produce sífilis en un grupo de mujeres, realizó disecciones en prisioneros vivos e hizo explotar bombas bacteriológicas sobre hombres estaqueados. Luego, negoció con el general MacArthur y entregó a EE.UU. más de 10 mil páginas de ‘investigaciones’, logrando así eludir un juicio por crímenes de guerra.

En 1951, Chou En-lai denunció que EE.UU. había usado agentes biológicos contra Corea del Norte y China. Chou presentó declaraciones de 25 prisioneros de guerra estadounidenses que respaldaron su reclamo. EE.UU. lanzó plumas contaminadas con ántrax, mosquitos y pulgas portadores de fiebre amarilla y volantes contaminados con cólera en Manchuria y Corea del Norte. “En 1951 contaminó el Centro de Abastecimiento Naval de Norfolk con un tipo de bacteria a la que los afroamericanos eran más susceptibles que los blancos. Un experimento similar ocurrió un año más tarde en el aeropuerto de Washington”.


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