Santiago Pedraglio,Opina.21
spedraglio@peru21.com
El asunto de fondo es que no se sabe quién establece la agenda del gobierno. El régimen está registrando otra “marca Perú”: la de estar permanentemente a la defensiva.
El presidente y el ministro de Energía y Minas deciden un día el relanzamiento de Petroperú y 72 horas después se desdicen; ¿quién indujo la segunda decisión? Por el Viceministerio de Interculturalidad han pasado ya dos respetables funcionarios, y el ministro de Cultura tuvo que renunciar: ¿quién está decidiendo qué se hará en el Lote 88 y qué pasará con la reserva que se vería afectada? ¿Quién no quiere que se publique el listado para la consulta previa?
Nadie discute la necesidad de reformar la administración pública, pero la propuesta no se explica ni seria ni sistemáticamente. No basta con decir que se requiere una administración pública meritocrática –eso lo dijo Max Weber hace más de cien años– ni que se debe ordenar el caos. ¿Por qué no se negocia con las centrales sindicales? ¿Por qué no se explica en qué favorece la reforma al trabajador y al público? ¿Por qué no hay un solo ministro que se compre este pleito?
Se dice que se quiere reformar el sector salud; en buena hora. Pero ¿cuáles son los objetivos?, ¿cuánto va a costar?, ¿en qué porcentaje ampliará la cobertura?
Además, los presidente regionales siguen siendo tratados como la última rueda del coche; el proyecto de Ley Universitaria descansa en una tensa calma; y altos funcionarios se meten en un lío por reunirse con el expresidente de la Corte Suprema a propósito de un asunto que no afecta a los comandos de la operación “Chavín de Huántar”, sino a los que decidieron las ejecuciones extrajudiciales.
Sin una agenda clara, el gobierno se abre múltiples frentes y sus iniciativas aparecen aisladas.
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