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Opinión

La continuidad de los entrenadores es algo inusual, depende cada vez más de un resultado o de una ‘aceptación’ del plantel (ojo, la ‘camita’ sí existe).

Alfonso Grados, Opina.21
agrados@intercorp.com.pe

La continuidad de los entrenadores es algo inusual, depende cada vez más de un resultado o de una ‘aceptación’ del plantel (ojo, la ‘camita’ sí existe).

Los jugadores pierden y repiten “no es culpa del técnico, nosotros jugamos”. Pero, ante una mala racha, lo fácil es cambiar al DT y los dirigentes caen en esa tentación, sobre todo en nuestro fútbol…

Técnicos históricos como Ferguson dejan el Manchester luego de 26 años; Mourinho culmina un ciclo polémico en el Real Madrid; Guardiola asume el reto del Bayern, y su sucesor en Barcelona (Vilanova) empieza a ser cuestionado; Bianchi (histórico en Boca) no logra ganar en el torneo argentino, pero sobrevive inesperadamente en la Libertadores.

Si esto ocurre en los equipos ‘top’, imagínense lo que pasa en nuestro Descentralizado: de los 16 técnicos, solo cinco continúan desde el 2012, y ya hemos tenido siete cambios este año. El DT se ha convertido en un ‘sacarresultados’, minimizando su rol de líder, preparador y estratega. Mientras no revaloricemos esta posición, nuestros equipos seguirán desorientados, cambiando cada vez que pierdan partidos, enerven a la barra brava o reduzcan el presupuesto.

Elegir bien, darle continuidad a un proyecto y estilo de juego, así como respetar trayectorias, son conceptos no aplicables para muchos de nuestros dirigentes.

¿Cuánto más podrán durar los aún sobrevivientes del 2012?


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