Santiago Pedraglio,Opina.21
No obstante, si nos ubicamos en la cruda realidad de la relación entre Estados, el resultado ha sido claramente positivo para el Perú. No de otro modo se debe calificar el reconocimiento de derechos marítimos soberanos sobre más de 50,000 kilómetros cuadrados de mar. Dicho de otra manera: el statu quo se rompió a favor del Perú, y eso lo muestran claramente las reacciones de las autoridades y de la mayoría de medios chilenos.
La situación de hecho que se vivía en esa zona no solo perjudicaba a Tacna sino también a Moquegua y Arequipa. Ilo, el puerto más importante del sur, tenía un mar de 48 millas; ahora, después del fallo, tiene 200 millas. Una modificación sustantiva.
Vistas las cosas de esta manera, cabe preguntarse si el Perú hubiera conseguido un resultado igual en una hipotética negociación directa. Sabemos que Chile se negó a esa eventualidad, pero, en el caso hipotético negado, ¿se habría alcanzado ese resultado? No. Probablemente Chile hubiera propuesto reconocer una porción del triángulo externo y punto.
El camino emprendido por el gobierno de Alejandro Toledo, continuado por el de Alan García y culminado durante el gobierno de Ollanta Humala ha sido fructífero. No solo por lo conseguido –los nuevos espacios marítimos– sino porque ha sido una opción pacífica, con tensiones pero pacífica, que ha resuelto problemas entre dos países con una activa relación de integración, en especial en la frontera Tacna-Arica. Quizás el fallo ayude también, si no a resolver todas las dificultades propias de dos vecinos con historias confrontadas, a modificar las percepciones mutuas y, ojalá, la de los peruanos consigo mismos, tan acostumbrados a no reconocer sus victorias.
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