Juan José Garrido,La opinión del director
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Según hemos podido confirmar con diversos constitucionalistas, la frase no debería pasar desapercibida. Por supuesto, el oficialismo consentirá el comportamiento irreflexivo del mandatario; ya nos tienen acostumbrados a ello. Y de la oposición poco podemos esperar más allá del aprovechamiento político. Nos quedaremos otra vez, así, presenciando cómo se burlan de las instituciones.
Si viviésemos en un país que se toma en serio sus leyes y entidades, no cabría espacio para la duda. De no tomar coloquialmente la frase, pues expresa una infracción de nuestro marco democrático y jurídico.
Para empezar, ¿quiénes son “creemos”? Hasta donde sabemos, elegimos a un presidente, no a una pareja, familia o partido. Aquella persona con la cual el mandatario esté tomando decisiones sobre cómo gobernarnos está ocupando un espacio no previsto en nuestro marco constitucional. El presidente Humala no tiene nadie con quién juzgar nuestro destino, menos aún con quién compartir la gobernación.
Luego está aquello de “gobernar el país en familia”. No erigiremos confabulaciones monárquicas por parte de la pareja presidencial. Pero, acordemos que nunca fue más atinado el uso del término “mandatari@”. Efectivamente, no solo no queda claro a quién debemos referimos, si a él o a ella, sino que a ambos pareciera no importarles.
Si fuéramos una república con un mínimo de autoestima, deberíamos exigir una aclaración sobre esta materia. Demandaríamos obediencia a nuestra Constitución, sometimiento al balance de poderes y a las instituciones que los representan, así como castigaríamos –al menos políticamente– el disparate. Pero, y como ya sabemos, vivimos en farsa política. Gracias por recordárnoslo, mandatari@.
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