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Opinión

Mirar el jardincito propio y complacerse con lo lindo que se ve o con lo lindo que lo pintan los medios de comunicación es una actitud suicida.

Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com

Algunas personas, tan honestas como desinformadas, me preguntaron en estos días por qué escribía sobre el Banco Mundial, el FMI, Siria, Obama y todos esos embrollos en los que se han ‘metido’ los europeos. Contesto respetuosamente que los temas locales me interesan tanto como los otros pero que abundan muchos buenos y muchos malos periodistas que se ocupan de ellos. Trato luego de explicar, no siempre con éxito, que lo que hoy ocurre afuera, mañana puede ocurrir adentro. Que un país exportador de materias primas, como el Perú, está obligado a mirar lo que pasa en casa de sus clientes pues su suerte esta inevitablemente atada a la nuestra. Quien tiene plata compra, y quien la necesita puede vender hasta la vajilla de la abuela.

Estas modestas explicaciones, que a veces están salpicadas de dudas sobre las, para mí, delirantes opciones belicistas y antidemocráticas de países que se dicen democráticos, no parecen complacer a quienes gustan regodearse con la contemplación del propio ombligo. Sé que es lo más sencillo cuando dicho ombligo, acostumbrado a la corrupción y a las desigualdades sociales, luce una sana apariencia. Lo difícil, a veces imposible, es convencer a quienes así sienten, que las apariencias suelen ocultar fuertes vendavales y nunca, nunca, son duraderas. Tomar el pulso del mundo actual y creer que todo está bien porque nosotros defecamos todos los días a la misma hora, es, al menos en el caso de quienes difundimos y comentamos la información, una irresponsabilidad por la que algún día nuestra conciencia, para los que aún la tienen, nos exigirá explicaciones.


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